TEtn este salón lleno de cuadros y colores luminosos parece que aún no hubiera colgado el micro ni el teclado, como si el piloto rojo se fuera a encender en cualquier momento y su voz volviera a sonar ronca, poderosa, única a través de las ondas. "Las entrevistas son la nueva forma del arte", aseguró una vez el cantante Jim Morrison... Jeremías Clemente sabe, y mucho, de eso.

--Describa la infancia...

--De días dulces. Una infancia ligada a la Ribera del Marco. Recuerdo las tardes de verano, cuando a la hora de la siesta nos íbamos a la huerta, cogíamos frutas y nos metíamos en el zonche. Paseábamos con los padres. Estudiábamos en el colegio del Madruelo, con una imagen que tengo clavada: en el patio una señorita vestida de azul con un mandil blanco y un recipiente muy grande delante que nos daba la leche en polvo famosa y los chicles Bazoka.

--Ha citado a sus padres. ¿Cómo eran?

--Mi padre era un tipo curioso, un hombre extrovertido, guapo, dialogante, al que toda la gente quería muchísimo. Recuerdo lo que me dijo una vez: "Hijo, el mejor patrimonio que tienes es la dignidad, nunca la pierdas"; y eso lo he llevado a rajatabla. Mi padre era un hombre de izquierdas, socialista, pero era muy muy creyente. Iba a ver al Nazareno y hasta los 84 años subía todos los días a la Montaña hasta que un cáncer lo metió en casa. Mi madre era una mujer solitaria, muy cariñosa, muy de los suyos y muy ácrata, no creía absolutamente en nada.

--¿Cuál fue su bar?

--Eso va por edades. El primer bar al que entramos en la adolescencia estaba en la avenida de Portugal: El Retorno con las patatas bravas. Más adelante los bares de la plaza: el Mesón de Andrés. La época de Radio Nacional, Gaona y el Salamanca. Y bares de barrio le tengo muchísimo cariño --porque aparte de ser un tabernero maravilloso era un hombre entrañable-- a Benito, en San Blas.

--Hable de sus hijos...

--María, tranquila, responsable y comedida. Rodrigo, una lagartija, creativo e inconformista. Ella trabaja en una multinacional norteamericana y vive en París y él es realizador de TVE en Madrid.

--¿Por qué se hizo periodista?

--Por no poder ser futbolista. Era un jugador de fuerza y tenía cierta proyección, pero una lesión y un médico que era un auténtico desastre en Cáceres me fastidió terriblemente la pierna izquierda por una tontería. Un día de invierno en San Vicente de Alcántara lloviendo mucho me apreté la bota para que no me entrara agua, se me formó una especie de callo, él me abrió, no se atrevió a tocarlo porque estaba muy pegado al hueso, me inyectó no sé qué pero perdí 18 kilos. Me tuve que ir a Barcelona, me operaron y no volví a jugar. Entonces un amigo, Juan Ramón Rodríguez, --un tipo muy curioso que cantaba, organizaba festivales, tenía un equipo de fútbol que se llamaba Olímpico-- entró en la COPE en el año 66. Me llamó y me metí en la discoteca de aquella emisora, descubrí la música... Yo era feliz en aquel habitáculo sin ventanas en los bajos del Coliseum. Al mismo tiempo tenía afición por el cine y me puse a escribir críticas que mandaba a los periódicos hasta que un día me llamó Manolo García Carmona, que estaba de redactor jefe en el Hoy, y comencé a colaborar.

--¿Hace falta tener ideología para ejercer su profesión?

--Cada uno puede tener la ideología que quiera pero hay un componente fundamental en el periodista, que es la independencia para no someterse a ese ciclón que son los partidos políticos que te oprimen.

--Periodísticamente ha relatado acontecimientos claves para Extremadura. ¿Cómo recuerda la muerte de Franco?

--La muerte del dictador la celebramos yendo a comprar una botella de whisky con dos soldados en la puerta, porque desde hacía un mes cuando Franco estaba tan enfermo había vigilancia miltar en la emisora y en el poste. Fueron momentos de ebullición, un volcán, todo nuevo. La gente tenía en el cuerpo un nervio, había caras alegres. Descubrimos un mundo que para nosotros era fantástico, inédito: los partidos políticos, los nuevos líderes, acudir a los mítines... Fue de un crecimiento interior enorme para todos, una madurez porque pasamos de una dictadura a encontramos con que de golpe se abría un horizonte absolutamente esperanzador.

--Hable de la Transición...

--En un primer momento la Transición no la hacen los partidos, la hace la parte del franquismo más progresista porque los partidos ni siquiera estaban estructurados; es más, recuerdo reuniones en un restaurante en lo que hoy es la Torre de Bujaco donde el PSOE celebró encuentros para su formación, venían Luis Yáñez, Pablo Castellano, Isabel Montejano, un montón de gente. Aquello fue un despertar a la vida, abrirse a un mundo desconocido incluso desde el punto de vista profesional, hasta entonces no hubo sedes de partidos políticos, no había sedes de sindicatos, no había sedes de organizaciones agrarias, había un Sindicato Vertical, y punto.

--¿Realmente estamos ahora ante una Segunda Transición?

--Es más bien una etapa de agotamiento de determinados partidos políticos. Creo que puede tener un peligro porque el bipartidismo puede seguir existiendo desde el momento en que se unan fuerzas de ideología parecida. Si al final van a estar Izquierda Unida, PSOE y Podemos, y Ciudadanos y el PP, seguirá habiendo un bipartidismo ideológico porque desgraciadamente en este país no se entiende que se pueda pactar con ideologías distintas.

--El 9 de marzo de 1977 se produce la primera visita de Don Juan Carlos y Doña Sofía a Extremadura en su condición de Reyes de España y en aquel acto público aparece nuestra bandera, verde, blanca y negra...

--La primera vez que aparece la bandera es en el Festival de los Pueblos Ibéricos en Madrid, encima de un Land Rover hay cuatro o cinco jóvenes que la están portando. También en el cine Conquistadores de Badajoz en un recital de Pablo Guerrero.

--¿Qué implicó el posterior estatuto de autonomía para la región?

--Esperanza por no tener una dependencia tan grande de Madrid, cosa que por otra parte sigue pasando. Ilusión porque éramos nosotros los que íbamos a crear nuestro propio destino y también dudas por no saber cómo iba a salir la jugada.

--El 23-F muchos no pudieron conciliar el sueño y algunos pusieron pie en Portugal. ¿Cómo lo vivió?

--Recuerdo que estaba haciendo un reportaje en Villanueva de la Serena sobre la famosa Siete Hermanas, una conservera que tenía el monopolio de la transformación del tomate. Había quedado con Juan Serna, que fue consejero de Obras Públicas, y también estaba José Antonio Jiménez, que fue vicepresidente, y algunos concejales de Villanueva. Cuando entré en el salón de plenos estaban allí reunidos, hablaban nerviosos, muy agitados. Yo iba con mi compañero Cele. Teníamos que conectar con Madrid para un boletín pero cuando pusimos la radio sonaban marchas militares. Llamamos a la redacción de Extremadura y Alvarez Chiiro, el director, nos dijo que no nos moviéramos, que podía haber peligro. Nos quedamos, cenamos, fuimos hasta Mérida, aguantamos allí un poco y al ver el telediario con Iñaki Gabilondo y Rosa María Mateos, volvimos a Cáceres, llegamos a las doce y recuerdo que hice los informativos de cierre entrevistando a los redactores de cierre del Extremadura y del Hoy, Enrique Baltar y Luis Angel Ruiz de Gopegui.

--En 1982 Juan Pablo II pisó tierra extremeña, el único Pontífice que ha visitado la región...

--La Iglesia y yo nos llevamos regular.

--El otro gran acontecimiento del año fueron las elecciones del 28 de octubre que llevan por mayoría a Felipe González a la Moncloa y a Juan Carlos Rodríguez Ibarra a la presidencia de la Junta de Extremadura. ¿Cómo fue su relación con el dirigente que más tiempo ha presidido Extremadura?

--Una relación profesional, cordial, algún que otro choque, algún malentendido, sobre todo uno por el famoso tránsfuga que tenía una finca por la zona de Cañamero. El no era muy amigo de los periodistas extremeños, tenía más simpatía por los periodistas de Madrid, sobre todo del Grupo Prisa.

--En 1986 Cáceres es declarada Patrimonio de la Humanidad. ¿Qué debe cambiar en la parte antigua?

--Todo, porque es un desastre. No hay atención para el ciudadano que vive allí, se le maltrata. Fue un gran error llevarse la universidad a la periferia.

--Ese mismo año dijimos sí a la OTAN, ¿Le gustan los Ejércitos?

--Pues ahí vienen mis disgustos con el Partido Socialista. Solo he votado una vez en mi vida, en el 82. Y con otros compañeros de profesión nos fuimos a la Montaña para ver el primer amanecer socialista. Nos creímos todo lo que nos dijeron, y después llegó el señor Felipe González con la OTAN y nos engañó. No he vuelto a votar.

--¿Algo así es lo que va a pasar con Podemos en este país?

--Las mentiras forman parte del Documento Nacional de Identidad de los partidos políticos.

--En 1990 Extremadura vivió una de sus peores tragedias de la historia reciente: el crimen de Puerto Hurraco...

--Tremendo. Fue un golpe que contribuyó a alimentar la leyenda de una España negra que en verdad ocurre en todas partes del mundo.

--Y un año después la ley seca provoca el asalto a la ciudad de Cáceres con los disturbios de La Madrila...

--Recuerdo que escribí un artículo para El País titulado 'La que se ha perdido Calitos , (una frase que le dijo un chaval a otro pronunciando Carlitos sin r) porque para muchos muchachos fue una fiesta.

--¿Entonces lo de La Madrila no fue un canto a la libertad?

--Fue una manipulación de unos cuantos hosteleros, que lo provocaron claramente y los condenaron. No era un canto a la libertad, era que tenían que cerrar antes y les cabreaba.

--Y Cáceres volvió a ser centro de la actualidad cuando Alfonso Guerra anunció su dimisión...

--Fui el primer periodista que salí de la sala porque llegó alguien del Partido Socialista y nos dijo, estaos atentos que va a haber una noticia importante. El discurso de Alfonso Guerra fue tan largo que no decía y no decía, y eran ya las cuatro de la tarde, con un calor tremendo, hasta que de pronto lo suelta. Abrí los ojos, salí corriendo y di la noticia.

--Hable de Canal Extremadura...

--Una aventura apasionante de la que me siento especialmente orgulloso porque creo que se cumplieron todos los objetivos y no fue nada fácil. Me llamó Gaspar García Moreno, que era el director de la Cexma. Recuerdo que un cargo del PP me comentó que por qué saltaba al ruedo sin necesidad. Mi respuesta fue muy clara: para que no caiga en manos de un sectario. Si iba allí, iba independiente y sin presión. Sé lo es hacer radio pública y sé lo que es objetividad, rigor y pluralidad, y eso fue lo que hicimos. Y eso fue lo que traté de inculcar a una plantilla que en el 95% venía de medios privados. Fue una etapa estupenda y no hay que olvidar que se venía de un fiasco: lo de Canal Sur fue un despropósito, pretender tener una televisión hecha por productoras privadas con dinero público y que no pasara el control del parlamento es un disparate.

--¿Cómo periodista, a qué personajes destacaría?

--Gente que me ha merecido un respeto tremendo destacaría a Faustino Cordón, un bioquímico que lo traje a dar una conferencia a Cáceres. Bernardo Víctor Carande, un hombre con una formación cultural inmensa, Esteban Sánchez, el genio oculto del piano, El Niño de la Matrona, que llegó aquí con setenta y tantos años, lo recogimos en el tren, lo llevamos a cantar, terminó el recital, siguió cantando, siguió bebiendo, y a las cinco de la mañana nos dice: "¿Oigan, y aquí no hay chicas para divertirse?", seguimos bebiendo y lo llevamos de nuevo al tren a las nueve de la mañana... Lina Morgan, que me pegó un varapalo tremendo que me sirvió para tenerle un gran respeto, Liv Ullmann, que vino a rodar la película Leonor, le hice una entrevista que luego me la compraron varios medios. En la parte desagradable: Fraga Iribarne, horroroso, Fernando Fernán Gómez, maleducado, Paco Rabal, recuerdo verle pegar dos bofetadas a su hija... Bueno, y Gabriel Celaya, eso era la bondad hecha poesía. Y me han llamado mucho la atención Pablo Castellano y Ricardo Senabre, porque te daban las respuestas con puntos y con comas, hablaban como escribían y eso es arte.

--¿En qué ha cambiado el periodismo?

--El problema es la precariedad de unos medios que están en manos de unos cuantos. El debate social antes estaba en los medios, ahora está en las redes. Pero creo que la esencia del periodista se mantiene. Hay una frase que me gusta mucho de un redactor del New York Times, David Carr, que dice: "Soy periodista, soy un bocazas, soy un pirata, pero también puedo ser una madre, un padre y hasta una buena persona". Todos contenemos multitudes, la cuestión es qué queremos ser: un periodista independiente, riguroso, objetivo o un periodista al amparo del que manda.

--Según datos acumulados del mes de junio del Pulso Electoral de Metroscopia la población joven es más de izquierdas y no cree en el bipartidismo...

--Las nuevas generaciones tienen derecho a configurar un mapa político según su tendencia y su ideología. Tampoco creo que vaya a pasar nada. En el año 82 cuando llegaron los socialistas decían que nos iban a quitar las fincas y el dinero y después resulta que modernizaron el país y nos metieron en la Unión Europea.

--¿Entonces no es cierto esto que se dice que la socialdemocracia está manoseada?

--Lo que es cierto es que los partidos políticos han creado una casta de profesionales que viven pensando para ellos y para sus partidos, no para la ciudadanía.

--¿Usted se siente una leyenda viva o el mismo de siempre?

--Soy el mismo de siempre. Ahora me dicen que vivo muy bien y siempre respondo que vivía muy bien cuando trabajaba porque me parecía el oficio más bonito del mundo. Disfrutaba con él porque entendía el periodismo con pasión y vocación.

--Y para terminar, una frase extraída de Romeo y Julieta: "Enséñame a olvidarme de pensar"...

--A medida que cumplo años pienso más, leo más, escribo más, descubro nuevas facetas de la vida. Me entusiasma el arte, la música, la ópera y cada día aprendo más. Esa es la riqueza del ser humano, que no nos quitan ni los partidos políticos ni las Agencias de la Renta.