Ha estado a punto de que se nos olvidara abril en este confinamiento donde no hay fecha en el calendario que cuelga de la nevera sin que nadie arranque las hojas. Era costumbre que el 1 de abril, al llegar al periódico, alguien, siempre el más veterano, recordara que estábamos de cumpleaños. A veces llevábamos una tarta, o un compañero te invitaba a un café de la máquina (cómo se echa de menos el cloc cloc de los 40 céntimos golpeando en la caja y el sonido de esa cafetera situada frente al baño de las chicas).

No sé si ustedes saben a qué suena un periódico. A mí me suena a toc toc, al toc toc de los dedos tecleando un ordenador. También me suena a risas, a carcajadas, a titulares, a montones de papeles sobre mesas en las que hay personas que escriben noticias, o que hacen números para llegar a fin de mes, o que dibujan anuncios... La verdad es que un periódico me suena a vida.

Un periódico no solo lo hacen los periodistas, qué va. Un periódico lo hace una empresa editorial que está formada por un grupo de profesionales que a diario se dejan la piel para que unas páginas se vendan en los quioscos o para que esta crónica y miles, millones de crónicas, se publiquen en internet, aunque sea gratis y esto nos esté dando tantos quebraderos de cabeza.

Hoy cumple años El Periódico Extremadura. Nada menos que 97. Lo fundó un señor que era obispo. Lo imprimió aquí al lado, en el Palacio de la Generala, que está en la parte antigua de Cáceres, una ciudad encerrada más allá las ventanas, tratándose de salvar de una catástrofe, con sus hospitales llenos y con sus residencias plagadas de cientos de ancianos que se nos están marchando.

En Cáceres, abril era el mes de la primavera trompetera, cuando ardía nuestro dragón, bajaba nuestra Cacereña Bonita y el Womad se apropiaba de la plaza Mayor en medio de la música, el color y eso que llamábamos multiculturalidad.

Era abril, es abril, el mes en el que nació este periódico, que hoy venden quiosqueros que son héroes, que lucen mascarillas o se colocan escafandras transparentes para evitar un virus bautizado con el nombre de covid-19 que es literalmente una putada.

Yo no sé lo que durará esto, ni cuánto se llevará por delante. Lo que sí sé es que detrás de cada letra, de cada titular, de cada noticia, hay una familia, la que desde 1923 lleva haciendo posible que el día 1 de abril no sea un día cualquiera.