El de anoche fue uno de esos actos en los que podía leerse, y mucho, entre líneas. La familia socialista de Extremadura -no al completo- pero sí los barones más destacados, los que han escrito la historia del PSOE extremeño de la Democracia. Ellos arroparon ayer a la excaldesa socialista Carmen Heras en el acto que los militantes organizaron después de darse a conocer su sentencia condenatoria de inhabilitación de cargo púbico por el caso Urban Screen.

Antonio Fernández lleva desde hace varios meses partiéndose el pecho para que Heras tenga este reconocimiento. Y lo ha conseguido Antonio, que por experiencia propia sabe (como muchos otros) de los sinsabores de la política, de lo que es eso de que los compañeros te den la espalda, te claven algún que otro puñal, te pongan a parir cuando antes todos te bailaban el agua, etece, etece... «Antoñito», como ayer le recordaba Ibarra, que lo cesó por su proyecto -siendo director general de Juventud- de colocar máquinas expendedoras de preservativos en los institutos de la región. Ibarra aplaudió entonces la ocurrencia, aunque -eso sí- en la intimidad, porque públicamente no la creyó conveniente tras la ola de polémica que se generó. Son buenos amigos Antonio e Ibarra y aquello de los preservativos salió ayer, entre risas y buen rollo, a relucir.

Pero lo importante era otra cosa: el respaldo a Carmen Heras en el Hotel Extremadura, que acogió un acto que reunió a 300 militantes y amigos de la exdirigente socialista, la primera mujer que ha sido alcaldesa de la ciudad de Cáceres.

Ella, emocionada, muy emocionada, hoy fuera del PSOE, dijo a la prensa, ante luz y taquígrafos, que no iba a pasar lista. Pero era inevitable. Además de los que iban a hablar -el propio Ibarra, Federico Suárez (expresidente de la Asamblea), Ernesto Agudiez (alcalde de Piornal), Chema Tovar (presidente de la Asociación Nace), Francisco de Borja (periodista), Diego Mostazo (empresario) y la vicedecana de la Uex, Rosario Guerra-, estaban otros muchos: Leonor Martínez Pereda, Luis Salaya, Miguel López, José Félix Olivenza, José María Bermejo, Antonio Campesino, Franquete, Cayetano Polo (de Ciudadanos), José Luis Bernal, Pilar Boyero, José Antonio Villa (del PP), Santos Jorna, Alejandro Cercas, Fernando Ayala, una voluntaria de la asociación contra el cáncer que le entregó un ramo de flores a Carmen... y muchos más (imposible citar a todos).

¿Del PSOE de hoy? Pocos. Miguel Ángel Morales, secretario general de los socialistas cacereños, y alguno más. «Estoy muy contenta y muy agradecida», decía Carmen, pero en ella se percibía un velo de amargura: «Vara ha hablado conmigo, me ha enviado una cartita, hemos estado en contacto y no puede venir y entonces no viene». ¿Pero echa de menos a alguien», le preguntó una periodista de Europa Press: «No», y ahí se quedó.

Ya en el acto, decenas de alusiones al chaparrón que resquebraja por momentos el PSOE, del espectáculo sin precedentes en el seno de un partido fundamental en el asentamiento de la democracia y la modernización del país. Ibarra apeló a la serenidad, al diálogo, dijo que qué era eso de que exsecretarios generales le perdieran la lealtad a un secretario general, y que qué era eso de que a la dirección le gustara más la aritmética que el lenguaje: «Están todo el día contando cuando deberían estar todo el día hablando. Hay que mantener la dignidad, ni unos en la puerta ni otros dentro. Tienen que decirnos que estas personas tienen una respuesta unitaria a los problemas que tiene la gente a la que siempre hemos defendido, y si no saben hacerlo, que nos devuelvan el partido que los mayores les entregamos y que sea una gestora la que se encargue de él».

A las arengas no le faltaron los aplausos. Habló bien Iglesias Marcelo: «Ten la convicción de que no estás sola». Clavó en la diana, como siempre, Federico Suárez al decirle a Ernesto Agudiez: «Te voy a votar la próxima vez de secretario general del PSOE, hay que luchar porque haya militantes como tú» (el alcalde de Piornal promete porque tiene discurso y aire nuevo). Y para terminar esa frase memorable de un Ibarra que sigue siendo el bellotari de la oratoria: «Carmen no te preocupes, ya dirán cosas buenas de nosotros cuando hayamos muerto». El respetable, claro, se puso en pie.