El domingo es un día grande para los hermanos de las cuatro iglesias evangélicas abiertas en la ciudad. A pesar de profesar la misma confesión, una mirada dentro de ellas revela también diferencias por los fieles que las integran y los distintos barrios donde se ubican: Moctezuma, El Vivero, Aldea Moret y Charca Musia.

"Somos la iglesia evangélica de los inmigrantes. El 90% proceden de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Colombia, además de Africa", afirma Roberto Diokila, de 30 años y pastor de origen angoleño en la comunidad Fuente de Vida, poco antes de comenzar ayer el culto dominical. En el salón de una nave de Charca Musia, por cuyo alquiler pagan 1.800 euros, alrededor de medio centenar de personas de diferentes nacionalidades realizan el rito de la alabanza cantando mientras el mismo pastor toca un piano y otro joven la batería. Un servicio de ropero y el reparto de alimentos a más de 150 personas necesitadas centran su labor diaria.

En el otro extremo de la ciudad, en la iglesia evangélica El Puente del Vivero, Fernando Silvestre, un extoxicómano de 40 años que ejerce ahora de diácono, reflexiona sobre el Evangelio tras haberse incorporado a ella hace 12 años para cumplir parte de su condena. Mientras tanto, niños y jóvenes participan en las actividades de la escuela dominical, basadas en el estudio de la Biblia según las diferentes edades. El proyecto que más anhelan es poder contar con un comedor para la acogida de indigentes y un lugar de actividades para jóvenes.

Dos estadounidenses, Cristobal Faith y Timoteo Tjernagel, conducen la congregación.

En la zona sur, Aldea Moret dispone, junto al campo de fútbol, de Philadelfia Pentecostal, una iglesia evangélica que atiende desde hace más diez años en su nuevo edificio a cerca de 150 personas, en su mayoría de la comunidad gitana. Antonio Molina, uno de sus pastores, destaca que es la más antigua con más de 25 años y la rehabilitación de toxicómanos en sus centros de Mérida, Plasencia y Badajoz. "Nuestra terapia es la oración y la palabra", subraya. "Lo importante es que nos respetemos", afirma para explicar las diferencias con los católicos. Ahora proyecta un programa de apoyo escolar.

En Moctezuma también trabajan desde abril del 2001 los evangélicos de Cristo la Roca encabezados por Joel Viljanen, el pastor finés de 49 años de esta congregación fundada en 1994 y que cuenta con 50 miembros.

Sus labores tienen que ver con la asistencia a familias y un proyecto para un comedor. "Somos gente normal y no le comemos el coco a nadie", dice. Son cuatro ejemplos de cómo vivir la fe de forma distinta.