Murió una madrugada de noviembre de 1998 con 52 años cuando la palabra sida era tan innombrable como lo es ahora. Jesús Alviz confesó su homosexualidad en la presentación de una de sus novelas y casi sin saberlo se convirtió en un líder. Hoy sigue siendo referente social para las nuevas generaciones, por su carácter rompedor como escritor, pero especialmente por esa personalidad que tanto destacó en el Cáceres de los 70 frente al beatoconservadurismo de aquella ciudad en la que Alviz trataba de encontrar su sitio.

Rompedor, rebelde, disidente, nació en Acebo, estudió Filosofía en Valencia y dio clases de Literatura en el Instituto El Brocense. En una Extremadura que entonces reclamaba a los escritores la defensa del Estatuto de Autonomía, Alviz insistía en que los creadores solo podían estar sometidos al compromiso estilístico. Las de él eran novelas muy experimentales que zarandearon las columnas básicas de la tradición. En ellas introducía narradores alternos, rupturas temporales o referencias intertextuales de otros autores que hacían de la suya una obra en ocasiones difícil de leer pero originalmente única.

La semana pasada Cáceres le rindió un homenaje. Fue en el Ateneo con el acto que bajo el título ‘In memoriam Suso Alviz: su vida, su obra, sus amigos’, ha dejado huella. Entre los participantes, el profesor Manuel Simón Viola, licenciado en Filología Románica y doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Extremadura, que ofreció la conferencia ‘Ruptura y experimentalismo’.

Simón Viola se detiene en detalles de la vida y la obra de Alviz. Explica, por ejemplo, lo llamativo que resulta que un hombre que rechazó la tradición, reivindicara la figura de Felipe Trigo (1864-1916), el escritor de Villanueva de la Serena, autor, entre otras, de ‘Las ingenuas’, de éxito arrollador, en la que relataba su dramática peripecia filipina y que se convirtió en un auténtico best seller, tanto en España como en América.

En este ámbito, Alviz buceó a su manera en el crimen de Don Benito con ‘Inés María Calderón, virgen y mártir’. En ese texto, denuncia contundentemente el sexo como elemento de doblegación de los desfavorecidos, posicionándose contra las fuerzas ultraconservadoras del Don Benito de 1903 que tan bien contó Felipe Trigo en ‘Jarrapellejos’. La Audiencia Provincial de Badajoz condenó a muerte a Carlos García Paredes, de 32 años; y a Ramón Martín de Castejón, de 52, caciques del pueblo, por la violación y el asesinato con ensañamiento de Inés María Calderón Barragán, de 18 años, costurera y planchadora. También se les condenó por el asesinato de Catalina Barragán, de 56 y madre de Inés María. En aquel mismo juicio se condenó a cadena perpetua a Pedro Cidoncha, el sereno, como colaborador necesario en la comisión del crimen.

El texto de Alviz en torno al caso de Inés María no pierde actualidad, porque esta actitud sigue siendo necesaria en la sociedad de hoy, donde la violencia contra las mujeres aflora y el negocio sexual, lejos de aminorar, cobra fuerza. Al hilo de esto, Simón Viola cita a la escritora Susana Martín Gijón y su reciente obra ‘Progenie’ (significa descendencia), en la que denuncia a esa España que ataca a las mujeres cuando no quieren tener hijos y cuando quieren tenerlos fuera de la pareja.

Pionero

Pero si algo ensalza Manuel Viola de Suso Alviz es el carácter pionero de una generación que defendió los derechos de los homosexuales. «Abrieron el camino de actitudes sociales que luego han acabado siendo aceptadas con naturalidad. Ellos fueron los primeros», recuerda.

Y a propósito de este matiz, el profesor realiza una interesante reflexión: «Los heterosexuales de hoy están imitando el comportamiento de los homosexuales de hace dos décadas, rechazando el matrimonio por ser una forma medieval que está destinada al fracaso rotundo. En Estados Unidos -añade Viola- los americanos asombrados exclaman: ‘¡Su matrimonio duró 10 años!’, puesto que es una fórmula que tiene más derrotas que éxitos».

Pero, además, aceptan de manera liberal las relaciones sexuales gracias a que abrieron el camino de usos y costumbres presentes en la sociedad de hoy. Aún así, no todo está ganado y las libertades homosexuales siguen siendo cercenadas. De ahí la exigencia de reivindicar la figura de Jesús Alviz, que simboliza esa forma de compromiso como denuncia de una sociedad que coarta y condena cualquier manifestación homosexual en su seno.

Alviz dejó títulos como ‘Luego, háblame de China’, ‘He amado a Wagner’, ‘El frinosomo vino a Babel’, ‘Calle Urano’ o la a veces desternillante ‘Española dicen que es’. Trabajador incansable, lector furibundo, inteligente y lúcido, despreciado por la derecha, ignorado por la izquierda porque la literatura de Alviz nunca pudo ver la luz en ningún país comunista. «Ni en un lado ni en otro, no tengo cómplices», decía Alviz en una postura más cercana al anarquismo, esa doctrina que nunca te hará un reproche moral.