Héctor Madrigal no ha pisado el Himalaya ni el Polo Norte, pero quizás sea el cacereño que más aventuras ha vivido, y todas en su trabajo diario, el mismo que realiza jornada tras jornada desde su niñez. Héctor ha tenido que lidiar con toros bravos, con leones enrabietados, con una nube de abejas que le llevó al hospital, con cadáveres sumergidos bajo el Tajo más de tres meses, con un camión lleno de cloroformo que hacía caer a los pájaros a su lado, y además ha rescatado a una larga lista de famosos de coches accidentados como El Cordobés o el Dúo Dinámico, e incluso ha participado en películas de Spielberg. Y todo a bordo de sus grúas, algunas construidas por su propio padre, que fundó la empresa Grúas Madrigal y llegó a inventar carburadores que se utilizaron durante la II Guerra Mundial, pero la historia es muy larga.

El padre de Héctor Madrigal, del mismo nombre, era ingeniero industrial e inventor. Tanto que creó aquellos carburadores que ahorraban un 33% de gasolina y que adquirió el Tercer Reich alemán para incorporarlos a sus camiones, incluidos los de Rommel en pleno desierto. Héctor viajó incluso a Berlín para realizar las pruebas. Al acabar la contienda, y al perder los marcos alemanes su valor en los bancos suizos, tuvo que buscar otra forma de ganarse la vida en una España pobre: comenzó a comprar camiones de gasógeno y creo una empresa de transportes.

En los años 40, los grandes vehículos sufrían mil percances y tenían que ayudarse entre ellos en carretera. Héctor pronto incorporó una pluma elevadora al suyo con este fin, y comprobó que aquello era un negocio. Entonces empezó a fabricar sus propias grúas y fundó la empresa Grúas Madrigal. Sin embargo, un mal día, mientras rescataba un vehículo en la Perala, un conductor nervioso por los atascos le golpeó con un martillo y acabó al instante con su vida.

"Fue muy duro, así, de repente... Yo me había incorporado al negocio de niño, me gustaba muchísimo y pude seguir solo a mis 20 años, pero no hay día que no me acuerde de mi padre", confiesa Héctor Madrigal hijo, actual propietario de la empresa. Aún conserva como piezas de museo algunas de las grúas que construyó su antecesor.

A zarpazo limpio

Pero su gran patrimonio son sus vivencias, tan asombrosas como originales. Por ejemplo, aquella noche de los años 70 en la que volcó el tráiler de un circo cargado de tigres y leones, en las curvas del Gaitán, entre Cáceres y Badajoz. "Las jaulas estaban entreabiertas y los animales muy nerviosos. Existía riesgo de que se escaparan. El domador había sido trasladado a la residencia y allí nos vimos nosotros, alumbrados por focos, entre las metralletas de la Guardia Civil y las fieras", relata Madrigal

Un ayudante del circo, aunque herido, les ayudó a cerrar las jaulas con grilletes y a meter los cables entre los barrotes para levantar el camión. "Daban cada zarpazo que no veas, y aquel hombre diciéndonos que los tratáramos con tacto, que eran animales educados...", recuerda.

Y además de los apuros que ha pasado con algún que otro transporte de toros bravos accidentado, también ha lidiado con aguijones. "Nos llamaron desde el cruce de Garrovillas para sacar un camión volcado que llevaba ´ovejas´ . Al llegar nos dijo la Guardia Civil que cerráramos las ventanillas. ¿Tan mal huelen ya?, nos preguntamos. Resulta que eran paneles de ´abejas´ y nos presentamos con los monos de trabajo, sin más protección, en pleno verano. Nos pusieron hinchados como globos, y de allí al hospital", cuenta.

Las mercancías peligrosas también han estado a punto de costarle más de un disgusto, el más reciente hace pocos meses, cuando volcó un camión repleto de gasolina cerca de La Cañada y tuvieron que levantarlo sin que la tensión de los cables provocara una sola chispa. "Aunque el peor fue aquél cargado de cloroformo que se salió de la carretera en el Cruce de las Herrerías. Al levantar la cisterna, que tenía pérdidas, los pájaros se caían al suelo alrededor y nosotros estábamos completamente zombis, atontados".

Pero hay anécdotas tristes, incluso trágicas. Héctor Madrigal, entonces uno de los pocos buceadores de Cáceres, tuvo que lanzarse al pantano de Alcántara por la zona del puente de Alconétar para recuperar el cuerpo de un joven que llevaba tres meses sumergido con su coche. "Había dejado una nota en su casa, en Asturias, y lo buscaron por todos lados hasta que un día los rayos del sol permitieron descubrir la matrícula del coche bajo el embalse, a unos siete metros de profundidad", relata. El hombre rana contratado por el juzgado se negó a bucear al conocer el largo tiempo que llevaba el cuerpo en el agua, y Héctor, que estaba allí como gruísta, viendo los apuros del juez, se lanzó al pantano y realizó varias inmersiones hasta que logró enganchar el coche al cable evitando al mismo tiempo que el cadáver se saliera por la luna rota. "El vehículo estaba lleno de galápagos y cangrejos, la imagen era dantesca, no es cuestión de describirla", indica.

Los peores momentos

Otra jornada aciaga le llevó al rescate del cuerpo de un joven de Aldea Moret que se había caído a un pozo de la mina. "Un bombero se jugó la vida al atarse de nuestra cesta por los pies y bajar a 80 metros, a pulmón. Fue un momento dramático, no se podía cometer un solo fallo, el hombre también hubiera muerto". Tampoco olvida las víctimas de tantos y tantos accidentes de tráfico, "por ejemplo el accidente en 1955 de un autobús que se dirigía a Aliseda, y que provocó varios muertos, o uno reciente en la EX-206 donde la parte más grande de una persona cabía en una bolsa de supermercado, increíble".

Sin embargo, ha vivido momentos divertidos y hasta de papel couché , como el día en que sacó al Dúo Dinámico de su coche accidentado y los dos artistas fueron a recuperarse a la casa de Héctor antes de su concierto en Cáceres. O cuando rescató a El Cordobés padre en la N-V, o a La Chunga en un puente. "En otra ocasión auxiliamos al director de las bodegas González Byass y durante años nos ha enviado cajas y cajas por Navidad". Y por si fuera poco ha participado en un rodaje de Spielberg: sus grúas sostuvieron los focos sobre el puente de Alcántara y realizaron otras tareas.

El negocio tiene futuro de la mano de su hijo, también llamado Héctor Madrigal, que ya acumula 15 años de experiencia. Además, la empresa pertenece al grupo Caba Elevación, una potente asociación sectorial de Extremadura. "Cuando yo empecé, las máquinas levantaban 25 toneladas y ahora llegan a las 700. Su coste ya oscila entre 300.000 euros y 4,2 millones", concluye Madrigal, especialmente agradecido en toda su trayectoria a las fuerzas del orden por su empeño en cada rescate.