Le mató el 17 de junio del 2017 (sábado) pero no fue hasta dos días más tarde cuando se descubrió el cuerpo mientras la acusada intentaba calcinarlo para deshacerse de él. El crimen dejó tocado al pueblo de Madrigalejo, localidad en la que residían ambos. El fallecido, José Sánchez, era feriante y muy querido en el municipio. Le apodaban ‘Pepe el sonrisas’ porque siempre estaba sonriendo. Ella se encuentra en prisión provisional desde que fue detenida.

Ayer comenzó el la Audiencia Provincial el juicio contra ella, que se celebra con un tribunal del jurado. En su declaración contó su versión de los hechos aunque se negó a responder a las preguntas del Ministerio Público. Aseguró que ese día ella se encontraba tumbada en la cama chateando en el ordenador cuando el fallecido irrumpió en la casa de forma brusca: «Dio un golpe en la puerta y rompió el cristal», señaló. Después deambuló por el pasillo: «Venía nervioso, estaba bebido y alterado».

Al llegar al dormitorio donde se encontraba la acusada, según su versión, comenzó a insultarla y a recriminarle que no quería mantener relaciones sexuales con él. La investigada sostiene que no eran pareja, a pesar de que residían en el mismo domicilio (algunos testigos reconocieron que él sí la presentaba como su novia pero ella muchas veces no). Dice que vivían juntos porque trabajaba para él en la feria y era una forma de pagarle. En cambio ella sí mantenía relaciones con otros hombres. De hecho tuvo un noviazgo durante ocho años con un vecino de Los Santos de Maimona que llegó a vivir un tiempo en la casa de ambos en Madrigalejo, tal y como este último corroboró ayer en el juicio, donde fue citado en calidad de testigo.

Tras los insultos, continuó la acusada, comenzó a desnudarse y se tiró sobre ella. «Me empezó a toquetear a la vez que me insultaba, me hizo daño», contó a la sala. Su única intención, añadió, era un encuentro sexual con ella. Según sostiene no era el primer episodio de celos. «Le dije ¡déjame que me das asco!, pero seguía igual». Consiguió zafarse y levantarse de la cama. Después cogió un martillo que guardaba en la mesilla de noche y le golpeó. «Me entró una cosa bastante grande en la cabeza, veía una cosa negra con puntos colorados. No me encontraba bien, estaba como loca pero no quería matarlo», declaró a preguntas de su abogado, Carlos Jesús Tovar.

Tras el crimen buscó durante dos días un cerdo para que se comiera el cadáver. «Ella insistía en que quería uno grande, pero no tenía», declaró ayer quien se lo vendió. Finalmente se llevó un lechón, que no llegó a comerse el cuerpo. Al no conseguirlo decidió quemarlo. El humo del incendió alertó a los vecinos, que llamaron a la policía. En la casa se personó el jefe de la Policía Local de Madrigalejo, que acudió al lugar a pesar de no estar de servicio.

NO CONTÓ NADA AL POLICÍA / A ella se la encontró en la calle y le abrió la puerta para entrar juntos, pero no le dijo nada. De hecho el agente afirmó que la notó «tranquila» y que le ayudó incluso a extinguir el fuego. El policía descubrió el cuerpo cuando se apagaron las llamas. Le confesó el crimen pero justificó que lo hizo tras una discusión. «No volvería a hacerlo. Tengo un trastorno mental y un trauma muy grande, lo que necesito es ayuda y que me perdonen». Así terminó ayer su declaración la investigada.

En el pueblo ya había quien no se fiaba de ella. Una de las testigos, familiar del fallecido, aseguró en el juicio que en 2015 comenzó a sospechar de que intentaba envenenar a José Sánchez. Incluso en una ocasión la médico de Madrigalejo le pidió que acompañara al fallecido a Cáceres para que le hicieran analíticas porque creía que había consumido pastillas. Después de matarlo, fue ella una de las vecinas a las que se dirigió la acusada para preguntar por los cerdos. «Le pregunté que para qué lo quería y me dijo que para limpiar el corral. Entonces le propuse que se comprara una gallina porque así, además de conseguir que se lo limpiara, tendría huevos y le entró la risa», recordó esta testigo.

La Fiscalía solicita que se le imponga una pena de 23 años de prisión por un delito de asesinato con la agravante de parentesco. Su defensa intenta acreditar que la acusada padece trastornos de la personalidad y «de control de impulsos» que anulan su capacidad volitiva, por tanto es «inimputable». De no lograrlo pide que sea condenada por homicidio. El juicio continuará hoy.