El equipo de arqueólogos que ha llevado a cabo el estudio que concluye que el aljibe del Museo de Cáceres fue originalmente un templo religioso musulmán, propone que se tenga en cuenta este hecho en la reforma integral que se va a llevar a cabo del museo, "y que se contemple recuperar el acceso al público a lo que sería la sala de oraciones de una mezquita", según afirmó a este diario Víctor Gibello. Es el director de los trabajos que se llevaron a cabo de marzo a junio del 2008, por iniciativa del Ministerio de Cultura, al que pertenece el edificio.

Los arqueólogos consideran que hay pruebas "irrefutables" acerca del uso que tuvo en sus orígenes lo que después se convirtió en un depósito de agua, y hoy es el elemento más representativo de la ciudad y uno de los monumentos más visitado de la región. "Una de esas evidencias es la existencia de pinturas originales que son solubles en agua. Creo que es una obviedad decir que si son originales y son solubles en agua, es que ese espacio no estaba concebido para tener agua", explicó Gibello. Se trata de pigmentos en dos tonos, uno rojizo y otro amarronado, que cubrían las paredes de esta sala. El experto añadió que su equipo ha documentado también la existencia de decoración con placas de cal aplicadas a la pared de los arcos, cuando aún el mortero estaba fresco y que se han ido degradando con la existencia del agua, reveló. El hecho de que se trate de cal y no yeso es especialmente importante según este equipo, porque "introduce un nuevo material al que entendemos que se ha empleado siempre en el mundo árabe, el yeso", señaló la otra investigadora, María Teresa Cabezas.

El estado actual de conservación de la ornamentación es tan malo que hace que sea muy difícil saber cuáles eran los motivos que aparecían, aunque los expertos creen que se trataba de motivos