En el Palacio de Justicia, a las puertas de la sala de vistas número 4, se respira tensión. Ivonne, una mujer uruguaya que sufre el acoso de su exmarido desde hace años, tendrá que volver a relatar su "larga pesadilla" en el que será el sexto juicio contra su maltratador.

A su exmarido, Juan Antonio L. H., ya se le ha juzgado y condenado en cinco ocasiones por amenazarla, pero persiste. Por ello, ayer volvió a ser juzgado, acusado de los delitos de violencia psicológica habitual, amenazas y quebrantamiento de condena, y en esta ocasión no se enfrenta sólo a una multa, como en las cinco anteriores, sino a la cárcel. Par él piden el fiscal y la acusación cinco años de prisión, y la prohibición de acercarse o comunicar con su exmujer e hijos y de acudir a Cáceres en cinco años.

Para Ivonne, que se encuentra arropada por amigos y compañeros, y siempre vigilada por el agente de la Policía Nacional asignado para su protección, su condena será su "único respiro, la única posibilidad de poder volver a vivir".

Su infierno lo confirma en el juicio su hijo, que asegura que su madre "nunca ha vivido como una persona libre, ha estado presa de mi padre"; y las amenazas de que ha sido víctima todos los testigos. También la denuncia que interpuso en Uruguay la madre de Ivonne tras recibir un mensaje de Juan Antonio asegurando que degollaría a su hija, hecho éste que hizo que la Interpol contactara con la Comisaría de Cáceres para advertir a sus responsables e interesarse por la situación del caso.

Pese a la declaración de la víctima y de todos los testigos, el acusado negó los hechos y dijo que todo era mentira.

Un largo periplo

Ivonne se casó en 1980 con Juan Antonio. Tras 19 años decide venir a España, "en cierto modo para huir de él", pero su exmarido la sigue hasta Lugo. Apenas tres meses después de llegar a España, el 2 de noviembre de 1999, no aguanta más, coge a sus hijos y le abandona.

Tras su paso por distintas casas de acogida de Galicia, Ivonne llega a Cáceres en diciembre de aquel mismo año, pero su tranquilidad se vería muy pronto truncada. Juan Antonio la localiza y comienza el acoso, las continuas llamadas y mensajes amenazantes, que la hacen caer en una depresión, "derivada del acoso y las repetidas amenazas graves de su marido, de un maltrato crónico y severo", según el forense.

Pero, pese al miedo, ella se hace fuerte y acude una y otra vez a la Comisaría, cuyos responsables, ante la gravedad de la situación, toman medidas. Así, ella se convierte en la primera mujer incluida en Cáceres en el programa de protección a víctimas de maltrato, con asignación de un teléfono operativo las 24 horas y un agente de protección directa.

Ella reconoce que en Cáceres "todos me han tratado con mucho cariño e interés, y siempre me he sentido muy protegida", pero asegura también que no dejará de tener miedo, que nunca se sentirá del todo segura, mientras sepa que su exmarido aún puede acercarse a ella. Por ello confía en que ahora sea condenado.