Llegó a Cáceres huyendo del maltrato al que su marido la tenía sometida. Hoy, a 14.000 kilómetros de su Uruguay natal y con él en prisión, Ivonne se siente una mujer libre.

--Al verla sentada en este barco la imagino en la bahía de Montevideo...

--Me gusta mucho esa bahía. Me trae recuerdos de mi infancia.

--Apenas una niña en busca de un cielo de estrellas...

--Fui una niña de la dictadura y cuando se vive en ese tipo de sistema no puedes pensar en un futuro porque no sabes si tu vida se va a acabar ahí. Yo quería ser monja, quería ser monja porque vi tanta miseria humana que ya no quería ver más y entonces pensaba que metiéndome en un claustro no iba a seguir viendo barbaridades.

--Una niña que tuvo las agallas de decirle a mamá: o él o nosotros...

--Mi madre fue toda la vida maltratada, desde que yo tenía uso de razón. Ese día la estaba castigando como lo hacía siempre. Mis hermanos y yo sacamos fuerzas, no sé de donde, y cogimos un palo para pegarle a mi padre. Entramos a la habitación y le dijimos a mi madre: o él o nosotros. Ella decidió por nosotros y lo abandonó.

--Y a los 21 años llega otro él, ese con quien usted pensó que había encontrado su cielo de estrellas...

--No. Ese fue un error que cometí. Cuando conocí a mi exmarido habían muerto su primera mujer y su hijo, y su familia le había robado la casa, le había robado todo lo que le pertenecía y lo dejaron en la calle. Y a mí me dio pena. Creo que nos confundimos. El hecho de querer sacarlo del pozo en el que estaba metido me llevó a que me hundiera yo con él.

--Es decir, que la mariposa dejó pronto de posarse en ese cielo...

--Es así. Yo no me casé con ilusiones, porque no las tenía, tampoco me casé con la idea de que mi vida iba a ser color de rosa, porque sabía que no, porque en el momento que dije que sí sabía que me había equivocado de persona. Porque él era duro, obsesivo, celosísimo...

--O sea que en lugar de entrar en el cielo entró en el infierno...

--Pues sí, entré en el infierno a sabiendas. La pena que él me daba pudo más que la coherencia. No tendría que haberme dejado llevar por mis sentimientos de samaritana.

--¿Y en el infierno se piensa en sobrevivir?

--No solo se piensa en sobrevivir, se piensa en cómo salir de este lío en que me metí.

--Y se dan malditas segundas oportunidades...

--Se dieron muchas, miles de oportunidades. En una de tantas, me fui con mi madre, me llevé a los niños, pero arrastraba a mis hijos, arrastraba mis miserias, mis enfermedades, porque llegó un momento en que caí enferma, no podía con mi vida... Es una cadena de problemas, hasta que al final cedes, cedes porque dices: me prometió que iba a cambiar . Y entonces crees, pero no es así, no se cambia nunca. Y de hecho nunca cambió.

--Hay heridas que no están hechas con clavos, pero con ellas estás igualmente crucificada...

--Es dificilísimo demostrar el maltrato psicológico porque en un maltrato físico las heridas son superficiales y se ven, y en un maltrato psicológico no se ven, pero muchas veces las heridas psicológicas son mucho más dolorosas que las físicas, porque con las físicas vas por la calle y te ven. Tus miserias se notan. Lo único que en mi caso demostraron las heridas psicológicas fue la depresión.

--En este momento me viene a la cabeza la Leyenda de Quirón, que dice que cuando tú tienes una herida muy profunda esa herida no se cura pero que con tu experiencia puedes ayudar a los demás a evitar su dolor...

--Puedo ayudar a que se ayuden ellas mismas. No tienen que pensar en el qué dirán. Tienen que pensar en qué dirán de ellas el día que caigan en manos del agresor y las maten. Yo también quise largar la toalla porque me parecía que la justicia no estaba de mi parte, pero hay que denunciar.

--Y un día inicia el viaje y se convierte en una nómada...

--Estábamos a 14.000 kilómetros y el viaje ese fue pensado, meditado. Le hice creer que era el mejor padre, el mejor esposo, el mejor amante... cuando sabía que no lo era, pero tenía que hacerlo para escapar de ese mundo imperfecto. Llegué aquí, con los niños, y dije, bueno... por fin la libertad. Ya me quité las cadenas. Lo que no imaginé es que esas cadenas iban a volver a encadenarme.

--Y entonces llega a la Casa de la Mujer, es decir: se mete en una celda para sentirse libre...

--Le decía al principio que de niña quería ser monja y quería meterme en un sitio donde estar arropada, protegida y, mira por donde, al cabo de los años encontré esa celda que me protegió.

--Porque él vino a buscarla...

--Por eso me encerré en la cárcel como decís vos. Así me protegí, para no estar a su merced.

--¿Qué le sugiere la palabra policía?

--Me sugiere mucho y todo bueno. Recuerdo un policía que estaba siempre con nosotros, día y noche, protegiéndonos. No lo olvidaré.

--Y llega la orden de alejamiento...

--La orden de alejamiento es una idiotez. He tenido miles, millones de órdenes de alejamiento y ninguna me valió para nada porque se acercó a mí todas las veces que quiso y más.

--Pero llegó el juicio...

--Hubo muchos, más de 20...

--¿Le pareció justa la condena?

--Me pareció justísima porque le dieron a él un año por cada año de maltrato mío. Pero todo se acaba. Pienso que, conociéndolo, va a salir peor. Va a salir con sed de venganza.

--¿Entonces piensa usted que el juicio final está por llegar?

--Si le soy franca el juicio final todavía no llegó. El decía mucho que quien ríe el último ríe mejor. Soy consciente de que ese día llegará, pero estoy preparada.

--¿Detrás del desamor no se vuelve a encontrar el amor?

--Es muy difícil. Me he vuelto una persona exquisita. No aguantaré ni un solo grito más. Me acostumbré a la libertad, sabe, y no creo que me la puedan quitar tan fácilmente.

--Por eso yo estoy tan contento de verla en este barco...

--El barco es la verdadera sensación de libertad, echar la vista al frente, al infinito, como que las cosas bonitas nunca tuvieran fin. Y no es que tenga sensación de libertad, es que hoy soy libre.

--Buscando su cielo de estrellas...

--Ahora sí (sonríe). En busca de un futuro que de niña no soñé, pero que hoy sueño como mujer.

--¿Qué es la capitalidad?

--Espero que en el 2016 las mujeres sean libres a la hora de pensar qué vida quieren tener. Que no teman, que no se aten, que sean libres.

--¿Me dedica su Ultimátum ?

--Es mi libro. Se titula así porque las últimas palabras que le oí decir fueron: Te doy un ultimátum . Se lo dedico a usted con la esperanza de que llegue un día en que libros como éste no existan.