NACIO EN CACERES EN 1963.

ESTUDIO PSICOLOGIA

TRABAJA DESDE 1989 CON PERSONAS QUE TIENEN PROBLEMAS DE DROGAS.

DESEMPEÑA SU LABOR EN EL MARCO DEL PROGRAMA MUNICIPAL DE DROGAS, QUE DEPENDE DEL IMAS Y DE LA UNIVERSIDAD POPULAR.

Javier Barrera coordina un grupo de ocho personas que trabaja con drogodependientes y con personas con otros problemas. Algunas de las personas a las que tratan están o han estado en la calle.

--¿Cómo llega alguien a vivir en la calle?

--Por las razones que sean, una persona vulnerable se ve en una situación complicada. Si la persona tiene muchas competencias personales o buenos apoyos (familiares, profesionales...), puede salir de esa situación. Pero si fracasa en resolverla, se produce un deterioro personal: físico, intelectual, afectivo. Si ese deterioro se cronifica, se empieza a funcionar mal con la familia, en el trabajo, en la organización del día y se puede caer en la marginalidad.

--¿Cuál es la relación entre la calle y la droga?

--Hay personas que una vez que han caído en la marginalidad empiezan a beber alcohol. En la calle se bebe, es parte de los rituales. Además, con el alcohol se tiene menos hambre y permite dormir mejor. Pero muchos son personas que abusan del alcohol, no dependen de él. En cambio, hay otro grupo de personas que ante la situación complicada en su vida que comentábamos antes empiezan a abusar o depender del alcohol u otras drogas. Es eso lo que empieza a provocar su deterioro.

--¿Hay quienes eligen como forma de vida estar en la calle?

--Ninguno elegimos como forma de vida nada. Las circunstancias nos hacen que esa sea nuestra forma de vida. Una vez que tu forma de vida es estar en la calle es muy difícil salir porque a lo mejor no tienes capacidad para vivir en otro mundo. Es tu hábitat. Pero también es verdad que hay gente que aunque salgan de ahí, por ejemplo del grupo de personas de Cánovas, siguen yendo de visita. Es lo que conocen. Tienen relaciones afectivas. Procuramos que tengan otras experiencias, conocer otra gente y hacer otras cosas, pero eso no se consigue en un año.

--¿Qué otros problemas se encuentran estas personas?

--Es fácil decirle a alguien que se ponga a trabajar. Eso es fácil para la mentalidad de alguien que empezó a trabajar con 17 años. Pero para alguien que lleva mucho tiempo sin hábito de trabajar es muy difícil: mantener el trabajo, la resistencia a la rutina, tener hábitos alimenticios, de higiene, de dormir... es complicadísimo.

--¿Qué es lo más difícil?

--Conseguir que estas personas tengan su día organizado. Trabajar ocho horas, dormir otras ocho, dedicar un tiempo a comer, a la higiene, al ocio... Si no tienes nada, no tienes trabajo, no tienes amigos, no tienes ocio, ¿qué haces? Nada. No hacer nada más de una hora y media o dos horas al día es matador.

--¿Cómo se aborda el problema desde las instituciones?

--Somos muchas instituciones en el mismo proyecto: juzgados, policía local, servicios sociales... Por ejemplo, cuando una de estas personas comete un delito menor, el juez, en lugar de mandarle a prisión le condena a trabajos comunitarios. Nosotros nos ocupamos de parte de esos trabajos y por esa vía se consigue que vayan a una terapia y permanezcan en el tratamiento, que es una de las cosas más difíciles.

--¿Se tiene éxito?

--En Cáceres, el número de personas que se encuentran en la calle no es muy alto y eso es porque desde hace tiempo se trabaja con una misma idea. Pero ¿qué es tener éxito? Muchas veces solo es que el consumo esté muy controlado. Convertir a personas que han estado mucho tiempo en la marginación en personas estándar es muy complicado. Son muchos años en otro hábitat. Pero del grupo de gente que ha estado en Cánovas, por ejemplo, los hay que han normalizado su vida en la ciudad fuera de la marginalidad.

--¿Qué percepción tiene la sociedad de estas personas?

--Hay un problema estético, pero es la sociedad que hemos creado. También hay un problema educativo. A Cánovas van familias con niños y no es un ejemplo de lo que nos gustaría que nuestros hijos fueran. Además, todo lo que está fuera de la normalidad nos da miedo.