Propietario de El Puchero, uno de los establecimientos más conocidos de la plaza, Jesús Bravo tiene claro que el botellón ha perjudicado la imagen de la ciudad hacia el turismo. Afirma que, durante los fines de semana, las ventas han bajado del 30 al 40% y recuerda que se ha visto obligado a cerrar los servicios y levantar la terraza antes de tiempo: "Cerrábamos porque la gente venía con las bolsas y tuvimos que controlar la entrada", subraya. Prefiere no aventurarse sobre si el traslado al ferial tendrá éxito, pero asegura que cualquier alternativa será buena con tal de alejar la movida de la plaza.