En la plaza Mayor, donde ahora están Los Portales, estuvo primero Frigorífica Placentina, que vendía hielo y gaseosa y tenía, igual que ahora, entrada por dos puertas. Después instalaron Galerías Madrid y fue un éxito porque todo Cáceres iba a comprarse allí la ropa. Al lado de Los Portales están ahora Los Arcos, donde siempre estuvo don Juan Corcobado, que primero tuvo un almacén de piensos y después abrió una floristería preciosa.

Junto a Los Arcos, la pensión Carretero, y al lado un local pequeñito de Bernal, que era el que tenía el almacén de coloniales en la Cruz de los Caídos. Fue en ese local donde los hermanos Manuel y Lesmes Caballero Medina abrieron Joyería París.

Manuel y Lesmes eran hijos de Juana y de Andrés, un empleado del ayuntamiento, encargado del servicio de limpieza. Estudiaron en la escuela de La Montaña y en el colegio de los curas, o sea, el Paideuterion.

A los 14 años, Lesmes, que quería ser mecánico, entró de aprendiz en la Relojería Alegre, que estaba en la calle San Antón, donde ahora está la tienda de ropa Polo. Al lado había un depósito de la Cerveza Mahou y un laboratorio de inyecciones.

Manuel empezó a trabajar en la Relojería Alonso, que estaba también en San Antón, donde está Optica Alonso. Pared con pared estaba Calzados El Cañón, que lo llevaba Angel Santos (sus nietos tienen ahora un gimnasio).

Como los hermanos Caballero querían montar negocio propio, el padre los ayudó y con 20.000 pesetas abrieron en el Camino Llano, donde está la Colchonería Macías, un taller de relojería. Cuando el negocio empezó a prosperar, Manuel y Lesmes se trasladaron a la plaza Mayor y le compraron a Bernal el local.

Inspirados en un anuncio de Radio Madrid que despertaba a los españoles con su mítico "Rin, rin, París al habla" , a su tienda le pusieron por nombre Joyería París. El local, estrecho pero con mucho fondo, no tenía más de 2 metros de fachada. A la entrada, a la derecha, estaba el mostrador, a la izquierda, las vitrinas, y al fondo, más vitrinas.

Las vitrinas las hizo Miguel Navarro Doncel. Eran correderas y entonces se veían muy pocas de esas en Cáceres. Miguel era maestro ebanista y empezó en el negocio de la mano de su padre, Antonio Navarro Laso, que tenía su taller en la carretera del Casar. Miguel fue cartero, pero aquello no le gustaba y decidió dedicarse en cuerpo y alma a su oficio de carpintero ebanista. Montó Famy, un almacén de lámparas de Capellanías donde llegó a tener 22 empleados. Ahora es el dueño de La Casa de las Lámparas, en avenida de Alemania.

La Joyería París tuvo tanto éxito que patentó una marca propia de reloj, el Hercar. Los Hercar se vendían por 800 pesetas y arrasaron no solo por su certera maquinaria, también por este anuncio que se hizo famoso en toda la ciudad: "El Hercar, como ninguno, pregunta a quien tenga uno. El que se compra uno no vuelve a comprar ninguno" .

El local de la joyería también sirvió para la venta de zapatos, así que durante un tiempo no fue la Joyería París, fue Calzados París. Al lado de la joyería estaba Lisi, una tienda de ropa y confección que llevaba una señora con un moño que era muy elegante y que tenía un hijo y dos hijas, una de ellas se casó con un oficial de prisiones.

Ahora Joyería París se llama Joyería Caymo y está en San Pedro, donde los hermanos Caballero (los dos están ya jubilados) se trasladaron. En la actualidad se encargan del negocio los hijos de Lesmes: Juana, Dionisio, Teresa y José.

Bares

Cuando Manolo y Lesmes se marcharon a la calle San Pedro, vendieron el local de la plaza a un hombre que vino de Garrovillas, se llamaba Lázaro y allí instaló una tienda de frutos secos y golosinas, hasta que Jacinto Román Cerrudo compró el establecimiento.

Jacinto trabaja desde los 14 años. Su padre, Jacinto Román, era hostelero y tenía varios bares, el más famoso fue El Reloj, que estaba en José Antonio.

Jacinto Román Cerrudo es ahora propietario de algunos locales de hostelería que tiene arrendados: La Fusa, el Kouros (al lado del antiguo Mesón Extremeño de Jesús Sansón...) y ahora regenta el bar de la Federación de Fútbol en Pinilla.

Jacinto es de Torreorgaz. Un día, Jacinto y otros dos hosteleros, Jose y Miguel Angel Hurtado, se asociaron y montaron el actual Farmacia de Guardia, local que era propiedad de una señora que vivía justo encima del bar. Farmacia de Guardia fue en su origen un almacén de productos químicos que llevaba don Sebastián Calvarro y que era muy famoso porque tenía las llamadas pastillas de leche de burra que, por cierto, estaban riquísimas.

Tras el éxito del Farmacia, Jacinto alquiló el local de la antigua Joyería París y lo transformó en un bar especializado en chupitos. Pero cuando la sociedad que montó con los otros dos hosteleros se disolvió, Jacinto alquiló el bar a Miguel Angel Hurtado, que lo regentó y lo bautizó como Callejón, dadas sus estrechas dimensiones. Lo convirtió en el bar de moda.

En aquel tiempo Miguel Angel Hurtado montaba casetas de feria. Un año instaló una con los jugadores de baloncesto Toni Pedrera y Tomás González, a los que precisamente días después les traspasaría el negocio.

El padre de Pedrera, Francisco, era policía nacional, su madre Guadalupe, ama de casa. El deportista llegó a Cáceres en los 90, cuando fichó por el Cáceres CB. Como el Callejón lo frecuentaba mucho la gente del fútbol y del basket, él era un asiduo del garito. A su mujer, María José Rosado Enflo, la conoció en aquellos años.

Los dos jugadores gestionaron juntos el negocio, hasta que finalmente Pedrera se quedó con él. Lo mejor del Callejón eran, sin duda, sus camareros: Jesús, el encargado que vino de Montehermoso, Ana (mujer del entrenador Bidaurrázaga), Mila, y los cuñados de Pedrera: Fran y Pedro. Enflo pinchaba.

Charli Pedrazo, que trabaja en Hacienda, Paraíso, Pepe Arcega, Domingo Manrique, Romay... todos pasaron por el Callejón, un bar que ahora se llama Apolo y que, sin duda, fue parte protagonista de la dorada movida cacereña. Rockers, amantes de la música latina, estudiantes de un campus floreciente... todos tenían cabida en ese callejón de poco más de 40 metros cuadrados que cada noche se llenaba y que hoy, muchos años después, seguimos recordando.