NACIO EN CACERES, 1931

PROFESION MAESTRA JUBILADA

TRAYECTORIA DIO CLASES DE ADULTOS EN SAN MARQUINO, DONDE FUNDO UNA GUARDERIA Y EJERCIO COMO MAESTRA DURANTE 20 AÑOS EN EL COLEGIO MARIA AUXILIADORA

CARGO MAYORDOMA DE LOS SANTOS MARTIRES

Mañana domingo, el paseo Alto volverá a llenarse de cacereños para asistir a la fiesta de los Santos Mártires para la que se han preparado 4.000 roscas de anís. Doña Juanita --como todos conocen a Juana Franco Santillana, alma mater de esta festividad-- dice riendo que ya está muy mayor para estar al frente de la celebración, que iniciaron sus antepasados y que ella rescató del olvido hace más de un cuarto de siglo.

--¿Cuál es su vinculación y la de su familia con la ermita de los Santos Mártires?

--Mis antepasados fueron siempre los mayordomos de los Santos Mártires, que antiguamente tenían la ermita donde ahora está la plaza de toros y era donde se hacía la fiesta. Después la ermita se hizo en el paseo Alto y cuando llegó la guerra civil aquello desapareció, tanto la ermita como todo el paseo parecía un campo de concentración. Durante muchos años no hubo nada, pero después pusieron una guardería para niños necesitados y ellos una vez al año, por los Mártires, se preocupaban de adecentarla un poco y decían una misa. Nosotros como siempre hemos sido devotos y asistíamos siempre. Entonces empezaron a decirme desde el ayuntamiento : Juanita por qué no hacemos que esta fiesta vuelva otra vez. Empecé a pensarlo y el ayuntamiento me ayudó y así volvimos a organizarla de nuevo.

--Entonces, le tocó un cupón. ¿Por qué decidió invertirlo en la ermita?

-- Yo cogí los Mártires en el 83 y mira que casualidad que a los dos años me tocó un cupón. El tejado estaba muy mal, y yo no quería apretar al ayuntamiento, así que ellos pusieron a los obreros y yo compré los materiales y se puso el tejado nuevo. Y compré la campana, que también estaba estropeada. Después, con lo que se ha ido sacando en la fiesta, que ha sido el jornal de todos los que hemos trabajado, pues hay todo lo que se necesita en una iglesia.

--¿Qué significan para usted los Santos Mártires?

--Dentro de la devoción que siempre he tenido, ya es como una obligación. Llegan los Santos Mártires y en mi casa ya no se puede entrar: todo es un lío de gente por allí y por allá. Es una obligación que tengo en el año y estoy orgullosa y me da mucha pena dejarlo, pero veo que ya soy mayor.

--¿Por eso ha decidido delegar en su hija?

--(Se ríe) Todavía no lo tengo muy decidido porque me desaniman y me pregunta ¿por qué?, ¿por qué? Pero sí, quiero delegar en mi hija. Si abren la ermita al culto aunque sólo fuera sábado y domingo, mi tarea sería distinta porque estará más limpio, no necesitará tanto arreglo. Estoy esperando. Precisamente, este año iba a estrenar la Virgen de los Santos Mártires un traje y manto y lo hemos dejado a ver qué pasa.

--¿Su hija está dispuesta a asumir esta responsabilidad viendo como se esfuerza usted?

--Siempre digo que ella tiene mucho que hacer, pero yo quiero que se vaya haciendo cargo. Ya colabora mucho porque yo me subo a la ermita y ella se queda en casa con las señoras que vienen a hacer los pinchos. Es mucho trabajo, pero se hace con tanto agrado, con tanto amor a los Santos Mártires que no pesa. Mi casa ya es una fiesta dos o tres días antes de los santos Mártires.

--¿Cómo ha visto la romería desde que se recuperó hasta ahora?

--Es una ilusión. El primer año la gente acudió bastante gente, pero, sobre todo, los devotos de los Mártires de antes de que se quitara la fiesta. Pero ha ido cada vez a más y aquello se llena de gente porque es una romería fraternal, donde se encuentra gente que a lo mejor sólo se ve una vez al año, se hacen amistades. Ya nos conocemos casi todos. Mi deseo es que esta tradición no se pierda nunca.