Periodista

Los hosteleros han tomado la calle esta semana y, para silenciar a los mal pensados, no lo han hecho para sumarse al botellón. El sector, al que aún le invade la nostalgia de aquellas noches gloriosas, sobre todo para sus cajas registradoras, no ha dudado en proclamar a cuatro vientos que se amplíen de una vez los horarios de sus establecimientos. ¿Pero Cáceres se muere realmente por esto? ¿No será que ahora ya duerme? Está claro que sería un largo e intenso debate.

Y al grupo popular llegó el jueves una nueva concejala, Cristina Leiracha. Ya son quince otra vez. Saponi, como Pizarro, se pone al frente de sus lozanos guerreros y, mientras algunos no dudan en ir rumbo de la montaña para encomendarse a la patrona, el alcalde, al modo castellano, evita que nadie se le suba a la parra porque, si no, lo mandará de cabeza al pozo de la villa.

El bravo de Saponi quiere conservar así su holgado resultado en las elecciones pasadas y se prepara para dejar hecho un san Lázaro a cualquiera que se ponga delante, haya llovido o haya nevado, y si se le resiste... bastará con tirarle al arroyo, esté soltero o casado. Todo con ganar a la población de manera constructiva. Y como las eras siempre van sin hache, mal que pese a algunos, Carmen parece no entrar en este juego de palabras. Al fin y al cabo qué es la política municipal sino un gran jeroglífico donde se esconden los nombres de los que lograrán la victoria en las urnas. Así que, lo mejor, será llevar con buen talante las embestidas de la crítica cuando éstas sólo buscan ser escaparate de una realidad, sin más filtro que la información pura y dura.