Siempre fue por la vida de malote , aunque de tres años para acá se le ha puesto cara de tierno. Eso sí, "no tanto como para llevar una vida de hamburguesa". ¿Una vida de hamburguesa?, "una vida de hamburguesa es estar casado, tener dos hijos, un perro, un gato y cuando te jubilas, te mueres y ya está". Julio César Galán tiene nombre de general romano, aunque él prefiere a los griegos y por eso su revista de crítica teatral se llama Dioniso , que era el dios griego del vino, las orgías y el desenfreno. Dioniso era también el rey de la resurrección, el teatro y la máscara. "Es que los griegos se lo pasaban muy bien, antes hacían fiestas fálicas, ahora se saca a la Virgen de la Montaña por la polis".

De pequeño el malote de Julio César (Cáceres, 1978) comía muy mal y jugaba en la calle Trujillo, vamos, que era de San Blas de Cáceres, de toda la vida. Un día, mientras intentaba coger un balón, un chico del barrio le pegó un empujón y ¡zas!, cicatriz mayúscula en la frente. Durante la adolescencia esa cicatriz se reflejaba a modo de complejo en el espejo, ahora le da tanta personalidad que Julio César no se entiende sin su cicatriz.

Julio César estudió en el Norba, con los actores Alberto Amarilla y Carlos Guardiola, también con Roberto, con Ismael, con Macías y, por supuesto, con Laura, su alter ego... Llevaba melena, ropa muy punk y frecuentaba el Berlín, La Iguana y el Rajajajá, que era un auténtico zulo que había enfrente de la pensión Márquez. En el Rajajajá escuchaba a The Doors, aunque en realidad el Rajajajá era un cauce para escapar, una manera de sacar la rabia en aquellos interminables veranos de la adolescencia, llenos de tardes haciendo el amor consigo mismo, colándose en la piscina del cámping, matando las horas con papá y mamá en la playa mallorquina del Arenal...

Pero una de esas tardes Julio César leyó una estrofa de La soledad primera , de Góngora. Como era de esperar, no se enteró de nada, pero le llamó tanto la atención que "entre bicho raro y bicho raro" se entabló esa identificación entre Julio César y el críptico poeta. Seguramente algo tendrían que ver en todo esto Santos Domínguez, su profesor de Literatura, o Manolo Carrapiso, el de Filosofía.

Sea como fuere, lo cierto es que de chico malote, Julio César pasó a ser un chico más tierno. Y aunque aún mantenga ese ramalazo transgresor y macarra, la verdad es que los años lo han calmado y ahora es el director de Dioniso , la revista editada por el Centro de Investigación y Desarrollo de Actividades Teatrales de Extremadura, que el miércoles se presentó en la segunda semana del Festival de Teatro Clásico de Cáceres.

Julio César es poeta y escritor, inventa heterónimos y es un genio capaz de escribir esto: Ansío toda luz porque un día definí el mundo con mi dedo índice . Un capítulo de su revista lleva por título La sílaba en el pámpano , que quiere decir algo así como el punto sobre la i, o más bien el deseo de todo hombre de encontrarse a sí mismo. Y Julio César se ha encontrado, ha soltado lastres.

El miércoles estaba con él Fulgen Valares, actor, director y dramaturgo (vamos, el hombre orquesta), también estaba Toya, coordinadora técnica del Festival de Teatro, que hizo de perfecta anfitriona y que lleva por aquí desde que en 1992 se estrenó La vida es sueño coincidiendo con la reapertura del Gran Teatro. Más o menos igual que Rita, que se encarga del área de Documentación del festival. (Rita, los canapés del miércoles estaban muy ricos, pero nos sigues debiendo las natillas). Vimos a Marce Solís, que sabe mucho de fanzines y que valora a quienes como Julio César arriesgan por una revista de creación literaria y crítica teatral que nunca es un valor seguro.

Ordóñez Dominguín

Encontramos al crítico teatral Gregorio Torres Nebrera y, como no, a Yiyo, que además de BelleArtes lleva el cafetín del Gran Teatro o Sala 2, ese nombre que tanto nos gusta y que, por cierto, aún está esperando el permiso del ayuntamiento para que, de una vez, pueda volverse a escuchar música en el ambigú. Yiyo es Agustín Nieto, pero como de pequeño le llamaban Agustin-illo , con Yiyo se quedó. Pilar Boyero, de nuevo en escena esta vez vestida de Purificación García, se lleva bien con los críticos "cuando la crítica es constructiva". A los destructivos, la Boyero, más chula que un ocho, les lanza este mensaje: "A mí plin, que soy Ordóñez Dominguín".

Este festival nos ha descubierto a la Margarita Xirgú cacereña, que en realidad se llamaba Lolina Monfragüe y que tuvo la osadía de ser actriz a principios del siglo XX. Ese Cáceres de 1914, más bien la historia teatral del Cáceres de los últimos cuatro siglos, se refleja en el libro El teatro en Cáceres , obra de Fernando Jiménez Berrocal, responsable del Archivo Histórico Municipal de Cáceres, y David Narganes, doctor de Filología Hispánica y profesor del Al-Qázeres. La obra, presentada el jueves y editada por la Consejería de Cultura, es todo un regalo para los amantes del teatro.

Uno de esos amantes es Esteban Cortijo, que además de presidente del Ateneo es padre de Estefanía, que es actriz. Esteban es de los que piensan que "el teatro necesita más espontaneidad de la que tiene y menos subvención". Javier Alonso de la Torre, director general de la Consejería de Cultura, siempre como un pincel, es otro forofo de las tablas: "el teatro es una puerta abierta a la cultura".

Quico Magariño, que dirige el festival de teatro de Alcántara desde 1992, Luis Casero, Alonso Corrales, Miguel Angel Lama, la periodista María José Torrejón, que siempre nos regala una sonrisa, Juani Jiménez, del Gran Teatro (gracias por esos zumos tan reconfortantes ante tanto calor).

Reconfortante también fue el reencuentro con el exconcejal socialista Miguel Hurtado, descendiente de Publio Hurtado, para quien el teatro sigue siendo una forma de cambiar el mundo, "ahí están las obras de Darío Fo, que son una auténtica carga de profundidad contra la hipocresía social". Y por el teatro vimos a Pilar Bacas, una escritora que es profesora de Física y Química pero que siempre hemos percibido como mujer de letras. Tras su Amapolas en invierno ya estamos deseando que salga a la luz su nuevo libro sobre la posguerra.

Y aunque hoy estemos expectantes ante nuestro Cacereño de fútbol, aún guardamos en la memoria los sonidos de La Patética , esa quinta sinfonía de Tchaikovsky sobre la vida, el amor, el desencuentro y la muerte, que puso en pie la Orquesta de Extremadura, dirigida por Jesús Amigo en el Gran Teatro. Y nuevamente lanzamos un bravo final, esta vez a Samuel Señas, el actor cacereño de La vida es sueño que el viernes nos hizo vibrar. Samuel, igual que Julio César, cumplió un día su sueño al poner en el pámpano todas las sílabas y definir el mundo con su dedo índice: como un dios griego seguro y certero.