Tarde para el recuerdo la que se vivió ayer en el coso cacereño. Lo fue porque los triunfos fueron a lo grande y en modo alguno a favor del paisanaje. Lo fue, sobre todo, porque dos novilleros cacereños hicieron, por momentos, un toreo de extrema calidad, a tono con la excelente novillada de Yerbabuena, en la que el único lunar fue un tercer burel que sólo quiso tablas.

La tarde fue redonda para Emilio de Justo y lo fue ya desde que se abrió de capote con el segundo novillo de la tarde. Mansote, tenía buen son y el torero lo aprovechó para ligarle series en redondo por ambos pitones. El novillo era pronto y el novillero le corría suavemente la mano y le dejaba puesta la franela. La faena pronto tomó altura por la belleza de aquel toreo mecido y cadencioso, en el que la naturalidad era una buena razón, un excelente argumento.

También cuajó al quinto, otro buen astado por noble y repetidor. Lo hizo con las mismas premisas que al anterior, con temple al correr la mano y muleta siempre adelantada, con verticalidad en la figura y mecido en los embroques al cargar la suerte. Pinchó una vez y ahí perdió la segunda oreja.

Daniel Morales tiene una figura menudita. Recuerda en lo físico a Enrique Ponce pero también en su toreo. Recuerda nada más porque tiene personalidad. Poco pudo hacer con el rajadito tercero, pero con el sexto pudo desquitarse en lo que era su presentación con caballos. Daba sitio al buen novillo y, con gracia y desparpajo, le llevaba con suavidad muy largo. Ligaba porque no escondía la muleta y su faena tuvo primor pero, sobre todo, mucho ritmo.

David Galán abusó de un toreo populista y la oreja al primero supo a poco.