Han sido muchos los personajes venidos de otros países que, por diversas razones, han desembarcado en Cáceres a lo largo de la historia. Individuos que crearon tendencia en la ciudad o que, sencillamente, pasaron inadvertidos para la historia, no así para su tiempo. Gentes de las que desconocemos cuales fueron los caminos e intereses que los transportaron al Cáceres de siglos pasados. Uno de esos personajes es el maestro de música Felipe Kalfús, que por su oficio, tuvo un papel importante en lo relativo a la difusión de la cultura musical, en una ciudad con escasa presencia de artistas autóctonos.

Felipe Kalfús era natural de Francfort, donde había nacido hacia 1792. Sabemos que llega a España en 1817 y recala en Cáceres en 1832, cuando contaba 40 años. En esa época, por razones de paisanaje, ya había cambiado la K de Kalfús por la C, una cuestión que le daba un toque más lugareño a su particular apellido.

Desconocemos si su llegada a España se produce en compañía de sus padres o llega solo para buscarse la vida como músico errante, hasta su desembarco en el Cáceres en 1832. Lo cierto es que desde que se instala en la ciudad, su nombre aparece en los diferentes registros de extranjeros que viven en ella hasta 1855, que es la última fecha que poseemos sobre su domicilio en la villa, primero en el Atrio del Corregidor y posteriormente en la calle Pintores.

El motivo principal de su avecindad en Cáceres es el amor, pues aquí se casa con Concepción Giménez, natural y vecina de la ciudad en la que el músico alemán pasará el resto de su vida.

El trabajo que desempeña Kalfús en la villa cacereña, se centra principalmente en dar clases en el domicilio de aquellas familias que solicitaban su presencia para formar musicalmente a sus hijos/as. A su labor pedagógica hay que incorporar sus actuaciones como director de la orquesta «Calfús», una formación compuesta por 8 músicos, que amenizará durante décadas, a base de rigodones, polkas y valses, los diferentes bailes que se celebran en la villa, fuesen estos de carácter privado o fiestas públicas. Es tanta la dependencia que la ciudad tiene de su orquesta que, en los días previos a los carnavales de 1851, Felipe Calfús es denunciado por la Sociedad que se encargaba de ofrecer los bailes en el teatro Principal, con motivo de no querer actuar para ellos, por no tener un contrato escrito y haber contratado los bailes de carnaval con el Casino La Concordia. La denuncia la realiza Francisco Muñoz Bello, presidente de la Junta de Bailes, en aquel momento joven notario cacereño. Se reclama a Calfús el pago de lo que costaría traer de Badajoz a una orquesta que pudiese sustituir a la del maestro alemán. A pesar de la denuncia, el juicio es declarado nulo, pues el contrato para dar los bailes era sólo de palabra, por lo que el maestro Calfús sale indemne del pago de los 500 reales que le piden por no cumplir su palabra.

Según cuenta Publio Hurtado, Felipe Calfús siempre fue fiel a sus orígenes teutones, por lo que no había concierto donde no tocara su pieza favorita, “El paso del Rhin”. A partir de 1855 poco sabemos sobre este ilustre músico, seguramente falleció en la misma ciudad a la que el amor había unido para el resto de su vida.