A un grupo de jóvenes de Alcorcón, Vallecas y Rivas Vaciamadrid la lluvia que cayó durante la madrugada previa al inicio del festival les pilló montando las tiendas de campaña. "Tuvimos que salir corriendo porque no conseguíamos clavar las piquetas", cuenta Piraña, alias de uno de ellos. Explican que tardaron cuatro horas en poder instalarlas y que tuvieron incluso que transportarlas en volandas de una zona de acampada a otra. Pero las peripecias de los espectadores que estrenaron el recinto --siete hectáreas con tres escenarios instalados entre el hípico y el ferial-- no terminan ahí.

Otros no esperaron a que el agua que cayó durante más de una hora después de la medianoche de ayer les pudiera sorprender en la primera jornada del macrofestival. Toldos, chubasqueros, lonas, tiendas iglús y hasta las clásicas botas katiuskas aparecían repartidos por la arena rojiza y el verde del ferial. Raquel Vicente, una joven placentina de 24 años, lo tenía claro: "Si llueve nos vamos al coche", decía a mediodía de ayer mientras sus compañeros del festival Juan Roncero, cacereño de 33 años, y Juan Alvarez, de 26 y natural de Valdetorres, se esforzaban en montar la tienda en la que pasarán los tres días y noches de Extremúsika 2008.

Medios contra el agua

Y es que a pesar de que el sol no hizo acto de presencia en toda la jornada de ayer en el recinto ferial, los acampados se les ingeniaron como pudieron para montar su propio dispositivo por si la lluvia arreciaba. A modo de iglús sobre la hierba, las tiendas modelo Quechua se convirtieron un año más en la mejor forma de guarecerse del frío, el viento y, por qué no, para echar un sueñecito entre concierto y concierto.

Y es que la lluvia que cubrió ayer el recinto cacereño de la N-630 no fue obstáculo alguno para las ganas de diversión con las que viene público de toda España. "Sabíamos que iba a llover pero, aún así, hemos venido", decían convencidos de que lo mejor del festival estaba aún por llegar. Para frenar la lluvia tenían previsto tirar lonas sobre la tierra del ferial, montar las tiendas y, además, utilizar una lona gigante con el objetivo de hacer "un gran porche" para protegerse.

Tampoco a Carlos Barriga y David Gilarte, ambos de Badajoz, 16 y 18 años respectivamente, les asustó que su tienda se inundara en la madrugada del jueves. Ayer ya estaban picando para fijar los vientos de la tienda mientras se hacían una promesa para disfrutar a tope del viaje: "De Extremúsika no nos echa ni la lluvia". Que no decaiga.