No era la primera vez que les ocurría, pero fue igual o más desagradable para Francisco Miguel Campón, que se encontró ayer por la mañana con los destrozos que los ladrones habían causado en su kiosco de la avenida de la Montaña, frente a Colón. Durante la madrugada del lunes al martes, rompieron una persiana y luego un cristal para entrar en el negocio, situado en una zona céntrica, bién iluminada y por donde pasan los vehículos. No le robaron nada, ni siquiera los 20 euros en monedas para el cambio que había dejado dentro la noche anterior.

Disgustado por los daños que habían causado, el responsable del kiosco recordó que había acudido pasadas las 7.30 horas a abrir como cada día para comenzar la venta. Un conductor que pasó por la zona tres cuartos de hora antes vio cómo un individuo "tenía medio cuerpo fuera de la ventana" y debió de avisar a la policía, según relataba el propietario.

Las investigaciones

El comisario jefe provincial, Luis Ochagavía, informó ayer por la tarde de que aún no se había producido ninguna detención, pero que la policía "tenía fundadas sospechas" de quién puede ser el autor, que podría estar vinculado a otro hecho ocurrido hace unos días en otro kiosco, esta vez situado frente al hospital San Pedro, en la avenida Pablo Naranjo.

En el caso de Virgen de la Montaña, el ladrón dispuso de tiempo suficiente para arrancar el rail de aluminio de la ventana, romper la persiana y penetrar en el interior, donde no había nada de valor, a excepción las monedas para el cambio que aparecieron tiradas en el suelo. "Lo único que he echado en falta ha sido el cargador de la Blackberry", explicó el dueño del kiosco, un negocio familiar con 25 años de historia en el que ya han robado cuatro o cinco veces, según Campón. "El ladrón ha estado dentro porque ha movido unas cajas buscando algo, pero no se ha llevado nada", afirmó.

Ayer hacía menos de un año que les habían robado por última vez, en aquella ocasión reventaron la persiana del frontal para poder entrar en el kiosco. Aunque el negocio está asegurado, el responsable ya se está planteando poner una alarma para ahuyentar a los ladrones. "¿Otra vez?", le preguntaba un cliente, observando los destrozos. Ojalá no tenga que volver a contarlo.