Llegó ayer a Cáceres en tren, almorzó en el Santiesteban y esta noche (20.30) presenta en Belleartes, invitado por Todolibros, su novela ‘Juan Griego’. Adolfo Domínguez (Puebla de Trives, Orense, 1950), Premio Nacional de Costura, creador de ‘la arruga es bella’ y uno de los grandes reyes de la moda española, confiesa que el gran viaje de su vida ha sido el que ha realizado al interior de sí mismo.

-¿Qué le hizo cambiar la aguja por la pluma?

-Yo no la cambié, convivieron. Tuve la suerte de que, quizás porque leía, me hicieron bibliotecario en un seminario donde estudié el Bachillerato. Entré con 10 años y salí con 16 y ese tiempo para mí fue una felicidad, no había más que fútbol, alpinismo y la biblioteca. A los 20 años me di cuenta de que me aburría de una manera brutal, entonces empecé a mirar por las ventanas. A los 25, al mismo tiempo que sucedía la Transición en la vida real, aparecieron delante de mí, en la prensa, unos acontecimientos extraordinarios en Argentina. Ahí surgió una trama que desarrollé durante 30 años: escribí sobre ese país porque para los gallegos era más cercano que Madrid.

-¿Qué cuentan las más de 700 páginas de ‘Juan Griego’?

-Es la historia de una vida. No hay tramas, hay tratamientos, que en una obra literaria significa usar las palabras exactas e inevitables. Es un poema épico en tono menor, porque el tono mayor ya no te lo crees, la épica perteneció a otro tiempo. Es un verso libre, no rimo ni cuento sílabas. El código más importante es la claridad: sujeto, verbo y predicado, como un periodista. No hay subordinadas sino frases cortas, con adjetivos los justos.

-¿Por qué deberíamos leerla?

-Es una trama trepidante, divierte, entretiene y además emociona y hace pensar. ‘Juan Griego’ es una novela de ideas. Te seduce, se lee como se lee la poesía. Está hecha con vocación de eternidad; los lectores dirán si lo consigue o no.

-¿Lo más costoso del proceso?

-Lo que menos me costó fue escribir los momentos íntimos, las historias de amor, el contacto piel con piel. Lo que más, los diálogos. Hay poca descripción. Lo importante en el ser humano pasa en el cerebro: el diálogo, ese río interior que llevamos dentro y que cuesta detenerlo. Eso es la novela, sin parar, sin tregua, pararse lo justo para describir lo necesario de una manera emocional.

-¿Los libros de su biblioteca?

-Me aficioné a leer con los libros de aventuras, ‘La isla del tesoro’, ‘El libro de la selva’, ‘Tom Sawyer’, ‘Ivanhoe’, ‘Los tres mosqueteros’... realmente los clásicos de aventuras, que es ahí donde uno se agarra a la literatura, luego ya vienen otros. Los que releo sin fin son, primero ‘El Quijote’ (tuve la suerte de tener un profesor de Literatura que le dedicó un año a esta obra). Luego Shakespeare, Juan Rulfo y la poesía de San Juan de la Cruz. Otros libros de mi vida son ‘La cartuja de Parma’, ‘Guerra y Paz’, ‘Crimen y castigo’ o ‘La biblia envenenada’, que es una obra sagrada.

-¿El último que ha leído?

-‘Un mar violeta oscuro’, de Ayanta Barilli.

-¿Cómo ve la transformación de los españoles en términos de moda?

-Conocí a los españoles vistiendo riguroso negro o gris. Fui de los que a principios de los años 80 rompió esa cultura, introduje el lino, el color sobrio a principios de los años 80. La arruga es bella significaba una forma de vestir distendida y casual que hoy es la norma y antes era la excepción. Mis primeros tiempos se caracterizaron por vestir a ‘Miami Vice’, que eran los trajes de lino blanco incluso de cuello mao, con camiseta, que es como vestimos hoy día. Y esa forma de vestir cuando yo empecé (que tenía 25 años, tengo 70), era absolutamente insólita.

-¿Qué opinión le merecen los pantalones rotos, los tobillos al aire?

-Es así aunque no debiera ser. En lugar de que una máquina empleé 8.000 litros de agua para gastar un pantalón, prefiero claramente que sea el ser humano el que lo desgaste. Esa fórmula sería más sostenible en el consumo de ropa.

-Antes comprabas un abrigo para toda la vida, ahora la ropa es de usar y tirar.

-No es un adelanto sino un modelo de nuevos ricos. Tenemos que pasar esta etapa y volver comprar pocas cosas, buenas, que duren. Preocuparnos más de la perfección técnica del producto, de su patronaje.

-Acaba de ser galardonado con el Premio Nacional de Costura y el Pop Eye de Literatura.

-El gran premio de tu vida es que el cliente te compre y te sostenga. Los premios ni los buscas ni piensas en ellos, si suceden, genial. Mi agradecimiento es absoluto, pero no es mi objetivo.

-Ha llegado en tren a Caceres.

-Es la forma en la que hay que viajar para ver las puestas de sol, los amaneceres y las tormentas.

-¿Qué ha sido lo más difícil de su trayectoria?

-La vida puede ser hermosa, pero aunque sea exitosa es dura. ¿Lo más complicado? Todo. Creo que estamos diseñados para sobrevivir, no para ser felices, y se es más feliz si entiendes eso. Si buscas la felicidad, ten por seguro que eres infeliz porque te pones expectativas que no consigues.

-¿El próximo reto?

-Mi vida fue la empresa y el mundo de la costura y ahora es el contacto con el mundo literario. Es el mundo de la inmensa minoría.

-Un básico en su armario.

-Un traje azul marino y otro de franela gris.

-¿Sigue algún ritual de belleza?

-Ninguno absolutamente, además con mi edad uno no se mira al espejo ni afeitándose (risas). No uso cremas porque no son buenas. Nadé, esquié, navegué en vela y llevo 10 años haciendo yoga a diario, que es estirar y meditar.

-¿Un perfume?

-’Adolfo Domínguez’, el primero que lanzamos que está ya fuera del mercado, pero si tuviera que decir uno natural, el del membrillo y la manzana. Mi abuela los ponía en todos los armarios de la casa. Otro olor básico es el de la panadería, porque en mi primera escuela la maestra era la panadera; por eso los libros para mí traen siempre el olor del pan recién hecho.

-¿El último capricho?

-El tiempo, el espacio y el silencio. Con los años llegué a la conclusión de que viviría en una tienda de campaña rodeado de un jardín.

-¿Un restaurante?

-Santiesteban, en Cáceres.

-Un viaje.

-Al interior de uno mismo.

-Defina Cáceres.

-Una belleza. Sorprendente. Como Zamora, es un pequeño milagro.