La ley para regular el juego de azar que acaba de aprobar la Junta de Extremadura no convence a los colectivos de afectados. En realidad no soluciona el problema que existe en la capital cacereña porque impide la apertura de estos establecimientos a menos de 300 metros de un centro escolar pero no afecta a los locales que ya están abiertos. En la ciudad hay 14 salas de apuestas y casi todas situadas a menos de 300 metros de un colegio o de un instituto. En un solo año se ha duplicado el número de estos negocios en activo y la situación preocupa a los colectivos de afectados y a los padres.

«Esto es un parche que no soluciona nada», afirma el secretario de la Asociación Cacereña de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Acajer), Javier Ponce de León. Dice que la medida les parece correcta, en cambio el fallo se encuentra en que no sea de carácter retroactivo. «El problema ya lo tenemos y eso no se va a solucionar, es más, lo que va a hacer esta ley es beneficiar a los locales porque si abre otro no podrá estar cerca de los que existen por lo que al final no se harán competencia», señala. Y va más allá: «Es que, aunque fuese de carácter retroactivo, tampoco iba a solucionar nada porque cualquier chaval que tenga un móvil puede apostar sin necesidad de entrar en estos locales. La administración está muy perdida, esto es una bomba que ha estallado y todavía no han calibrado la onda expansiva, por eso las soluciones ya llegan tarde».

En la ciudad el colegio más afectado es Nuestra Señora de la Asunción ‘Josefinas’, que tiene tres casas de apuestas a escasos metros: Una en la calle Juan XXIII, otra en el centro deportivo El Perú y una tercera que acaba de abrir sus puertas en la calle Gil Cordero. La primera se encuentra a menos de cien metros que es lo que establecía antes la Ley del Juego en Extremadura. Este es el centro que más tiene a su alrededor pero casi todas las salas abiertas están situadas junto a colegios.

Esto ha favorecido que el número de afectados se haya disparado. La asociación de jugadores de azar ha triplicado su actividad en el último año (han pasado de realizar terapias con cinco personas a hacerlas con quince), lo que les ha obligado a solicitar un nuevo local porque el actual se les queda pequeño. Cada vez reciben a enfermos más jóvenes (el más pequeño tiene actualmente 19 años) y todos adictos a las apuestas deportivas. Y han comenzado además a impartir charlas en los centros escolares a petición de estos para concienciar a los alumnos. «Nos piden ayuda porque el boom que hay con este tema es muy grande», explica Javier Ponce. Y es que actualmente el 80% de los ludópatas tiene menos de 26 años.