No cabe duda de que el nuevo museo de arte contemporáneo ubicará la plaza Marrón como epicentro cultural de Cáceres. El edificio del Helga de Alvear, el más vanguardista en cuanto a arquitectura y propuesta de la ciudad, permitirá conectar Pizarro con Camino Llano y ampliar el tránsito a la plaza Marrón, una zona que en los últimos años ha adquirido mayor presencia de negocios pero que mantiene un aspecto convulso en cuanto a accesibilidad y atractivo. Tras propuestas fallidas para reformar su semblante en los últimos años, la plaza ha mantenido una estructura urbana cuestionada por vecinos y comerciantes. Las aceras estrechas, la doble pasarela para el tráfico y una isleta de aparcamientos en la zona central la convierten en un espacio poco apetecible para el paseo.

Precisamente, esta semana y a causa de la crisis sanitaria, el ayuntamiento ha anunciado que eliminará aparcamientos en un tramo de Camino Llano hasta Eroski para ampliar el espacio y mantener las distancias de seguridad. También llevan a cabo estas semanas en la zona tareas de asfaltado, pero al margen de estas actuaciones, el futuro de la zona sigue en ‘standby’. Fue en 2018 cuando, con Elena Nevado como alcaldesa, el consistorio desempolvó su reforma y propuso un concurso de ideas para remodelar el entramado urbano de la zona. Entonces, ya vecinos y negocios propusieron ampliar el espacio para los peatones y contemplar más zonas verdes, algo que ya se planteó en 2009.

Dos años después, y con el proyecto del Helga casi listo para su apertura, la plaza mantiene el mismo aspecto, y el comercio vuelve a reclamar que se actúe mejorar un lugar que ya es clave para la entrada de turistas en el casco viejo y en el que previsiblemente aumentará el tránsito en cuanto el centro de arte se inaugure. «Tiene que ser ahora », urge María José Sanguino, propietaria de L’Avenir, una tapería en Camino Llano frente al museo. «Es una calle mítica y el Helga es una suerte, sería como recibir a tu mejor invitado con un mal aspecto, queremos que cuando la gente venga a visitarlo tenga un paseo ancho y limpio, no podemos permitir que se deje atrás la calle, sería un error muy grande». En ese sentido, pone ejemplos de ciudades como Bilbao y el museo Guggenheim y se muestra partidaria de peatonalizar toda la avenida.

Esta misma propuesta es secundada también por negocios como el restaurante Tía Tula, a unos metros. «Ya se habló de que se iba a hacer peatonal », lamenta su dueño, Miguel Zapata. Él va más allá y lo que plantea es una plataforma única, tal y como se ha hecho en San Juan o en San Pedro. «Sería lo ideal», sostiene, y argumenta que el aspecto actual está «desfasado» y que esta opción serviría para suplir la «incomodidad» y la «estrechez» de las aceras y permitiría, además, a todos los negocios la posibilidad de poner su terraza. «Sería una zona cómoda como espacio de ocio para todos». Coincide con él José Rodríguez, dueño de Que cocine Pepe, otro negocio de hostelería, ubicado al otro extremo de la avenida. «Es una zona que no invita al paseo, necesita rehabilitarse y ser peatonal con zonas verdes y más iluminación supondría una mejora significativa», anota.

Una zona con ‘identidad’

También se muestran partidarios de esta reordenación hostelería como el de Rosa Pérez. Ella es propietaria de la librería El mejor lugar del mundo aquí mismo. «La isleta rompe accesibilidad, si se hiciera algo como una plazoleta, la gente pasaría y podría quedarse y visitar los comercios», pone de manifiesto. En cualquier caso, insiste en que en cualquier reforma que se haga debe prevalecer la «esencia» y el «alma» de la zona. «Está cerca de la parte antigua, es una zona que tiene encanto, tiene antigüedad, se puede reformar dándole un toquecito pero que no perdiera la identidad».