No hay que llevarse a engaños y, desgraciadamente, existe en España una base cultural que estigmatiza a la FP. «Nadie quiere bajar de esa movilidad social y la Formación Profesional se sigue viendo como un lastre», admite el profesor y sociólogo Domingo Barbolla. «Nos educan -asegura- para estar en los mejores puestos y vivir lo mejor posible». Ahora bien, existe una necesidad evidente: la de ocupar un abanico de trabajos que requieren de otra formación y por los que hay poca gente compitiendo, un listado que engrosan futuros albañiles, fontaneros o electricistas.

Barbolla lamenta que asistimos a un modelo productivo que se está quedando vacío y que es necesario valorar. «Se valora, sí, pero dentro de un juego dialéctico: los padres quieren la FP para los hijos de otros, no para los suyos. La clase media-alta habla de las bondades de la FP, pero se licencian en la universidad porque quieren mantener el estatus. Es racional promulgar una vuelta a la Formación Profesional pero es un bofetón decir que se prefiere una vida universitaria».

El político demócrata -añade Barbolla- «tiene que gestionar la frustración del pueblo, no abordar la igualdad de oportunidades como un mito. No podemos practicar esa dislexia mental que lo que hace es machacar aún más a los que eligen la FP».