Una de las voces más autorizadas en España para hablar del tratamiento de la delincuencia es Santiago Redondo Illescas, doctor en Psicología (premio extraordinario con su tesis ‘El tratamiento de la delincuencia en Europa’) y profesor titular de la Universidad de Barcelona. Uno de sus últimos artículos, publicado hace escasos meses en el Anuario de Psicología Jurídica junto a Ana Martínez-Catena bajo el título Etiología, prevención y tratamiento de la delincuencia sexual, analiza la problemática en torno a este tipo de delitos. Redondo es un firme defensor de estos programas. «Los datos que tenemos muestran que las cifras de reincidencia son mucho más bajas con ellos. Disminuye del 20% al 6%. Pero ese 6% vuelve a reincidir. Ahí está el drama», explica.

Aunque, a menudo, el problema está fuera de la cárcel. Los casos no denunciados son mayoría, por lo que los agresores no entran en prisión y, por extensión, no participa en ningún tipo de programa. El artículo citado recoge datos significativos a este respecto. De acuerdo con los números obtenidos por el Observatorio de Delincuencia (ODA) de la Universidad de Málaga, 7 de cada 10 mujeres que sufren acoso o agresión sexual en España no lo denuncia. De hecho, en 2013, los delitos contra la libertad sexual supusieron menos del 1% del total de denuncias. «Existe una gran distancia entre la gran magnitud de los episodios de abusos y agresiones sexuales que realmente suceden y aquellos que llegan a denunciarse forlalmente», avisan Martínez-Catena y Redondo. En la capital cacereña también parece que, poco a poco, se lucha contra este factor, y este año han aumentado a más de doble las denuncias por violencia de género, según cifras aportadas por la Delegación de Gobierno en Extremadura y publicadas por este periódico el pasado julio.

Análogos a europa

«Los programas que se siguen en España son análogos a los que se siguen en Europa. Surgen de un proyecto madre diseñado en Canadá. Los que hacemos aquí son iguales que los mejores de los principales países europeos», insiste Redondo Illescas. El argumento lo comparte el psicólogo que trabaja con los presos en el centro penitenciario de Cáceres. «El plan que seguimos no tiene nada que envidiar a los que se llevan a cabo en Inglaterra o Alemania», señala.

Precisamente, el país teutón ha cosechado críticas de diversos y numerosos sectores por su decisión de posibilitar que estos delincuentes puedan someterse, de manera voluntaria, a la castración química. Según publicó el medio DW (Deutsche Welle), el Comité Europeo para la prevención de la Tortura y de las Penas o Tratos Inhumanos o Degradantes (CPT) tildó estos métodos de «anticuados» y apostilló que «no ofrecen garantías de una curación completa» del impulso sexual. Otras naciones, como Polonia, la imponen a pedófilos.

Santiago Redondo no está totalmente convencido de que la castración química sea la solución más idónea. «Puede servir para casos donde el origen es hormonal, para personas que tengan un exceso de testosterona», dice, pero los factores suelen ser mucho más numerosos. «El problema incluye pensamientos, experiencias previas, dificultades de comunicación...». Afirma el Doctor que no todos los casos se pueden arreglar con un fármaco.

Por último, los expertos hablan de las voces en contra de este tipo de programas, alentadas por casos como el violador que volvió a cometer el mismo delito, agravado con un asesinado, hace dos semanas en Igualada (provincia de Barcelona) en medio de un permiso penitenciario. «Es lógico que haya voces en contra. Que haya gente que no quiera que se invierta en estos programas porque las víctimas experimentan un horror. Pero los datos los amparan. La política de rehabilitación en España funciona. Y funciona bien», finaliza.