Pocas parroquias tienen la fortuna de contar desde su fundación con una antigua y bella ermita de influencia mudéjar que bien podría remontarse al siglo XIV. Así es el Espíritu Santo, un templo coqueto y porticado que se convirtió en la sede de la parroquia de mismo nombre fundada muchos años después, en 1957. Desde sus inicios, esta comunidad tuvo un fuerte sentido social y de ahí el apego que mantienen los habitantes de la barriada.

"El primer párroco fue Antonio Suárez Madruga, y se encontró con una barriada de pocos habitantes que vivían en casas de planta baja y en algunas chabolas improvisadas. Eran familias llegadas desde los pueblos a la ciudad en busca de un futuro, y tanto el sacerdote como las voluntarias de San Vicente de Paul comenzaron a auxiliares", indican Paco Delgado y Marcelino Marchena, actuales sacerdotes al frente de la parroquia.

Poco después, en los años 60, el obispo Llopis Ivorra promovió la construcción de cientos de viviendas sociales para familias con rentas bajas, creando un barrio vecino que llevaría su nombre y que multiplicaría el número de fieles del Espíritu Santo, hasta tal punto que se construyó la capilla auxiliar del Buen Pastor. Las ayudas de los vecinos y de las instituciones también han permitido las necesarias rehabilitaciones en la vieja ermita, que hoy alberga una de las cofradías más antiguas de la ciudad, el Humilladero, fundada en el año 1493.

Actualmente, el área de influencia de la parroquia abarca la zona de residencia de unos 11.000 cacereños (hasta el límite con Nuevo Cáceres), y continúa creciendo con los residenciales en construcción que circundan la Charca Musia.