Los presos por delitos de libertad sexual tienen la oportunidad de recibir terapias en el interior de las prisiones en las que cumplen su condena, orientadas a reconducir su conducta. En cambio, no son obligatorias, aunque sí deberían, tal y como considera el funcionario de prisiones, Alberto Ramajo. Este tipo de condenados están atendidos por psicólogos, trabajadores y educadores sociales en el interior de las cárceles, que trabajan codo con codo con ellos.

Se les ofrece además la oportunidad de solicitar el ingreso en módulos aislados, medida a la que suele acogerse la mayoría. «De esta forma están protegidos para que el resto de presos no les haga nada. Nosotros tenemos la obligación de protegerlos», afirma Ramajo. En el caso de Cáceres, al no haber módulos diferenciados, están con el resto de presos, pero los funcionarios les prestan protección. Sí salen solos al patio.

En cuanto a las terapias, en la prisión cacereña en estos momentos no existe ningún programa abierto; el último se llevó a cabo hace dos años. Sí están funcionando dos programas que se desarrollan fuera de las prisiones: uno en el Centro de Inserción Social (CIS) de la ciudad y otro en Talayuela. Estas terapias a veces son puestas por los jueces a los acusados en lugar de condenarlos a penas de prisión. Otras veces las condenas de cárcel son conmutadas por la asistencia a este tipo de programas.