Las escuchas telefónicas son el eje de la acusación de los seis procesados como integrantes de un grupo más o menos organizado que suministraban cocaína en zonas de la movida y desde un piso de Aguas Vivas. En estas escuchas, cuya transcripción ocupan más de 200 folios del sumario del caso, los implicados y sus clientes utilizan lenguajes en clave para supuestamente referirse a la droga. Así, dicen necesitar "un café", "un bocadillo", "recoger libros", "que se había quedado sin pienso" o "en dos minutos tienes el café y los donuts". A la única mujer imputada se le acusa de vender la droga a compañeros del cámping cuando trabaja en él.