Los escándalos protagonizados por algunos y la crisis económica han desatado una campaña de desprestigio de la clase política nunca visto. Si las críticas son muchas veces viscerales no menos viscerales son algunas de las soluciones que se proponen para mejorarla. Ahora el Gobierno de Extremadura promueve una ley por la que se limitarían los mandatos de los presidentes.

Es una lástima que este recorte no hubiera existido en 1991 porque a partir de ese año, al no poder presentarse Ibarra , la presidencia habría recaído quizás en Fuentes , en Ropero , en Federico Suárez , en Ferreira , en Barrero y en Floriano o incluso en Escobar y conociendo las dotes presidenciales de los personajes podemos hacernos una idea de los beneficios que hubiera obtenido la región gracias a esa ley.

Por seguir con ejemplos, el simpar Adenauer hubiera desaparecido de la escena política apenas comenzada su obra, el milagro alemán no habría existido probablemente y Alemania no sería hoy lo que es. El problema no es la duración del mandato sino que los controles que impidan las corruptelas y corrupciones o no existen o no se aplican y sobre todo la cuestión está en los procedimientos habituales para acceder a la responsabilidad política, que tiñen de oscuro no solo a los presidentes sino a todos los cargos políticos.

Y esta cuestión, la de que los mejores estén en los puestos de mando, es tan vieja y tan difícil de resolver que ya Platón en el diseño de la república trató de solventarla con escaso éxito concediéndoles el privilegio a los filósofos, sin caer en la cuenta de que en política no vale la sabiduría teórica, aunque sea la sabiduría política teórica, sino la sabiduría práctica. Y esta comienza a demostrarse sabiendo nadar en las procelosas aguas de los partidos.

Si a nadie se le ocurre poner límites al mandato de los presidentes de las empresas privadas sino que se deja en manos de los accionistas y propietarios para que lo condicionen a la eficacia de su gestión, en democracia el único que debe poner fin a un mandato es el voto con el que el ciudadano valora su gobierno.