Damos la bienvenida a 2018 mezclando la lista de propósitos para el nuevo año con la carta a los Reyes Magos. En muchos de los casos --si de adultos hablamos--, lista y carta suelen coincidir en fondo, forma, suma y resta: nos cargamos de buenas intenciones, soltamos lastre del año anterior; nos hacemos mil y una promesas, renovando aquellas que no llegamos a cumplir (si acaso se han de renovar); lanzamos deseos al aire, enmarcamos lo bueno que pasó; y proyectamos, planeamos y soñamos mejorar nuestro día a día a ritmo de canción. Pocos se conforman con repetir experiencias, parece que todo ha de ir siempre a «más y mejor». Y estas «listas», que son más bien «tontas», suelen morir antes de llegar febrero, degolladas por la realidad que nos encontramos al recoger el espumillón: las ganas se desinflan, las promesas se rompen, y asumimos que la fiesta del año nuevo acabó.

Abrimos los diarios, sintonizamos la radio, encendemos la televisión y contemplamos que nuestra lista debería haber sido otra, y el egoísmo nos ha invadido sin razón; por eso al 2018, a los Reyes Magos, a los duendes del bosque, al ratoncito Pérez, o a quien esté tras la utopía de poder conceder los deseos de un mayor, para este año vamos a pedir menos muertes, menos guerras y más corazón; que acabemos con las desigualdades, con la violencia, con el terror; que los miedos no sobrevuelen nuestro día a día, que no exista discriminación alguna por sexo, raza o religión; que el vivir con respeto a los demás se convierta en tradición; que cuidemos de los nuestros, y de los que --en principio-- no lo son; que miremos por el bien de los niños, y nos preocupemos de educarles en valores; que mimemos a los mayores, aprendamos de su experiencia, escuchemos su sapiencia y valoremos su tesón; que protejamos nuestro entorno, nuestros campos, nuestras aguas, nuestros animales, que procuremos rescatar un mundo que se queja de dolor; y que todo esto que deseamos no sea otra lista tonta que olvidar en febrero. Porque sabemos que ni reyes, ni magos, ni ratones, ni duendes son los encargados de cumplir la lista: somos nosotros los que debemos llevarla a efecto. Porque los deseos se cumplen cuando nos los planteamos como proyectos a cumplir con fecha tope de finalización.