Vivimos en un piso de la avenida de París de Cáceres, por lo que, es de suponer, pertenecemos a la Asociación de Vecinos Ruta de la Plata, que en EL PERIODICO EXTREMADURA publicó un comunicado "que plantea que en la parcela del parque de Maquinaria (...) se haga un nuevo conservatorio y escuela de idiomas. La previsión de la Junta es que aquí se hagan pisos del Plan 60.000".

Pues bien, las explicaciones que me dio una persona activista en este asunto, me aclaran tal pretensión: "Si se hacen viviendas en ese terreno, mi piso se devalúa". Dijo. "No tengo nada en contra de esas casas, pero que las construyan por allí lejos". Añadió. Argumento y explicaciones singulares que sitúan el asunto en sus verdaderos términos: Con esta iniciativa se quiere impedir que se construyan viviendas de este tipo en esta vecindad.

Paradójico resulta que la referida asociación de vecinos, ni ninguna otra, diera un ruido, cuando menos que se oyera, en relación con el edificio Puerta Real, construido en esta zona y que cierra una avenida. En el plan urbanístico primigenio, al parecer, no estaba previsto que en esa parcela se construyeran viviendas.

Pues nadie protestó y debió hacerse, porque impedía la continuación de la avenida en ambos sentidos (entrada y salida) y porque, según el peregrino argumento de la persona activista antes mencionada, en teoría y según la ley de la oferta y la demanda, haría que bajaran los precios de las viviendas ya construidas en la zona.

Ahora sí se protesta contra un proyecto tan social y constitucional (art. 47 CE) como es el acceso a la vivienda de quienes (parejas jóvenes fundamentalmente), con medios económicos escasos, les resulta difícil, por no decir imposible, resolver un problema tan importante como encontrar una casa digna y adecuada donde vivir, de manera que la Administración tiene la obligación de ayudar a este sector social con proyectos de esta clase para paliar, resolver en casos concretos, ese problema acuciante para tanta gente.

De siempre, me encorajinaron las muestras injustificadas de insolidaridad y de egoísmo. Y esta lo es en grado superlativo: No quieren la vecindad de personas indeterminadas, simplemente, porque carecen de medios económicos para acudir al mercado libre de la vivienda; todavía no se sabe quienes ocuparían estas casas, ni se sabe qué tipo de edificación se realizaría para poder argumentar esgrimiendo motivos estético/urbanísticos.

Siempre me encorajinaron las demostraciones de clasismo y elitismo absurdos y anacrónicos. Vivimos en sociedad, y en ella no podemos considerarnos islas independientes salvo a la hora de exigir prestaciones sociales. No podemos encerrarnos en nuestros lógicos egoísmos, a veces no tan lógicos; de ahí que debamos darle suma importancia en nuestra conducta moral y en nuestras actuaciones sociales a lo que convierte a los hombres y mujeres en iguales, apoyando cuantas medidas se propongan para reducir los factores de desigualdad.