Una señora va al mercado a hacer las compras, «encuentra a una vecina y comienza a hablar, y vienen las críticas. Pero esta mujer dice en su interior: ‘No, no hablaré mal de nadie’. Este es un paso en la santidad».

El Papa Francisco escribe estas palabras en su nueva Exhortación Apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo actual, que aconsejo leer. «Todos estamos llamados --nos dice-- a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día». Cuidando los pequeños detalles.

«¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales».

Como detalle del ejemplo inicial, se rompe la paz «cuando escucho algo de alguien y voy a otro y se lo digo; e incluso hago una segunda versión un poco más amplia y la difundo. Y si logro hacer más daño, parece que me provoca mayor satisfacción». En este sentido el Papa no lo duda, «la difamación y la calumnia son como un acto terrorista: se arroja la bomba, se destruye, y el atacante se queda feliz y tranquilo. Esto es muy diferente de la nobleza de quien se acerca a conversar cara a cara, con serena sinceridad, pensando en el bien del otro».

Destacable es la actualización de las bienaventuranzas, donde, ante las actitudes del mundo, que fija la felicidad en el tener, el poder y el placer, contrapone aquellas capaces de no encubrir las situaciones dolorosas, sino vivirlas con paz, sin dejar de luchar por la justicia, con corazón limpio.