Hoy es el Día del Libro. Nos lo recuerdan todos los grupos de redes sociales habidos y por haber. El día en el que las librerías de Cáceres se hubieran echado al Paseo de Cánovas en una nube de letras a la que los cacereños nos rendimos cada mes de abril. Ha salido el sol, pero no es festivo en Cáceres (lo pasan al 25 de septiembre, a ver si para entonces esto ha mejorado), ni hay procesión cívica, ni está abierta La Minerva 'pa' tomarse una copa de Habla y pedirse un menú infantil, ni tampoco la concatedral para ir a echarle un rezo a la Montaña. No habrá Womad, ni feria, ni viviremos la dulce aglomeración de esta capital de provincia obligada al recogimiento.

Le dice Carmen a su hijo que ahora más que nunca el mundo le está dando la razón al refranero popular, ese que cuenta que "marzo ventoso y abril lluvioso hacen a mayo florido y hermoso". Y qué sabia es Carmen, porque las estaciones han vuelto al fin a su cauce. Tanto es así que en Italia ya están trabajando para quitarle sitio a los coches y abrir más carriles bicis, eso que en Cáceres se aseguraba que no podía hacerse porque está lleno de cuestas.

Yo no sé si esto lo ha traído un murciélago o es una profecía, yo creo que es más bien una cosa del cambio climático, que nos los tomábamos a cachondeo y que ha acabado estallando; que por algún lado tenía que salirnos tanta contaminación, tanto ensuciar el planeta, tanto afán por el innecesario consumismo.

Tampoco creo que sea así como muy justa la purga. Lo que sí sé es que, hablando mal y pronto y como dice un concejal cacereño en privado, "la gente está hasta los huevos" del confinamiento, de este encierro lleno de 'ex' que tanto sentido le están dando a la palabra divorcio: exWomad, exFeriadelLIbro, exMontaña. Y sí, el refranero ha dado en el clavo: ha llegado la primavera trompetera, perdón, la primavera extrompetera.