Las peluquerías están llenas. Es decir: la gente está contenta. Cáceres se sale, la ciudad feliz rebosa de paseantes y las señoras piden hora en las peluquerías para ir guapas a ver a la Virgen, a la presentación de un libro, a las terrazas y a echarle un vistazo a la Cruz de los Caídos picassiana, al bodegón del caballo y a la ropa tendida de San Pedro.

El buen tiempo y los acontecimientos de la primavera han saturado de peatones las calles: por San Antón es imposible dar un paso, las aceras no dan abasto y pronto habrá que peatonalizar el tramo de avenida de España a San Pedro o, en su defecto, hacer turnos para bajar a la plaza, para subir a Cánovas.

Lo de la Virgen de la Montaña es apoteósico. El vistoso altar, la orgía de flores, hoy de un color, mañana de otro, y la intensidad de los perfumes vegetales convierten Santa María en un espectáculo. Algunas tardes, los llenos en las misas eran de tal calibre que se veía a dos sacerdotes en la plaza dando la comunión a quienes no cabían en el templo.

El cura y las francesas

Se producían así situaciones tan particulares como la que dejó estupefactas a dos señoras francesas: contemplaban el palacio de Mayoralgo y se quedaron boquiabiertas cuando un caballero con traje talar les preguntó: ¿Comulgan?".

Aunque para estupefacción, la que provocó un ciudadano exaltado a los jóvenes artistas que forraban de azul con motivos del Guernica la Cruz de los Caídos. Eran las siete de la mañana y el hombre apareció enfadadísimo diciéndoles que estaba harto de Saponi y de Zapatero y que si pretendían quitar la Cruz con nocturnidad y alevosía, se verían las caras con él y con unos amigos suyos.

Los chavales, que no sabían mucho de franquismo y creían que la Cruz de los Caídos era mero mobiliario urbano, no entendían nada. El caso es que el irritado nostálgico se marchó y no hubo más. Hay que reconocer que este año, el ayuntamiento ha rectificado permitiendo las instalaciones artísticas urbanas. ¡Por fin empezamos a trascender la estética de los muñequinos!

Se supone que lo de la Cruz picassiana habrá levantado más de una ampolla, pero quedó la mar de sugerente y si los integristas de la Cruz de los Caídos son sutiles, se habrán percatado de que, tras esta actuación estética, la Cruz ha sido asumida por la izquierda y por la vanguardia.

Lo cierto es que la Virgen y Foro Sur se complementan estupendamente: son dos propuestas contrapuestas, pero cada una encierra su particular belleza. Es un estimulante viaje del barroco a la modernidad en cien metros. Y después, tras mirar, rezar, deleitarse y meditar, devotos y artistas, marianistas y coleccionistas, galeristas y cofrades tomaban cañas en una nueva terraza situada en uno de los lugares más singulares de Cáceres.

Se trata de la que ha instalado el bar Milano Real (que abre en el Adarve, donde antes estaba La Grillera ) en la terraza contigua a la torre del Bujaco y la ermita de la Paz. Es un maravilloso balcón sobre la plaza con el Arco de la Estrella, la muralla, la torre y el palacio arzobispal a sus espaldas.

Hoy lunes, las peluquerías se han dado un pequeño descanso tras el frenesí de rulos, teñidos y secadores de la pasada semana. Pero llega el Womad y a partir de mañana martes vuelve a haber aluvión de peticiones de hora, aunque los trabajos capilares serán de distinto jaez: más rizados, más mechados de colores vivos, más tintes rojos, amarillos y zanahoria.

El Womad se anuncia tres días, aunque sólo en dos habrá conciertos (y quizás el miércoles en El Corral ), pero como avisaba en Santa María una dama albolarea y feliz, si el sábado dejan el mercadillo womero en la plaza, la gente bajará igual que si hubiera conciertos. Y es que en la ciudad feliz lo que importa es salir a la calle a mirar y entretenerse. El pretexto es lo de menos, el caso es salir.