"Cáceres es una ciudad maravillosa para crecer, pero con limitaciones importantes cuando uno llega a niveles de educación superior". Esta es la premisa que ha llevado a Alberto Talavero a marcharse de esta ciudad. Tiene 39 años y ha pasado por Estados Unidos, Japón, y ahora México, donde lleva viviendo siete años y donde conoció a su esposa. "México es un país en el que sobrevivir es lo básico, esa es la lucha de todos los días. La vida aquí es muy diferente a la de los españoles", comenta Alberto.

Pero tantos años fuera, alejado de los cacereños, no han hecho que logre olvidarlos: "mantengo un contacto irregular con un grupo de amigos siempre que viajo a España, ellos son mis mejores amigos porque nuestra amistad ha resistido muchos años y muchos viajes, y la relación conmigo siempre está ahí, se mantiene cercana y cálida", explica, al tiempo que recuerda su vuelta a España este verano: "justo irrumpía en México el nuevo virus de la gripe A, mis amigos fueron a verme y, a pesar incluso de la psicosis que se generó por el nuevo virus, nos abrazamos y besamos como siempre. Algunos pensarán que fue una imprudencia, pero para mí fue un momento muy emotivo. Y es que creo que lo más grato para los que vivimos fuera del lugar donde crecimos es que al regresar podemos sentir la cercanía con la gente, estar con ellos como si no nos hubiéramos ido", comenta emocionado Alberto.

En cuanto a las expectativas de Cáceres a conseguir la capitalidad cultural europea en 2016, Alberto es tajante: "Cáceres es una ciudad hermosa con muchos retos por delante. Por supuesto tiene posibilidades de ser capital cultural de Europa, pero la vida no acabará en 2016, como no terminó hace años con aquel proyecto que dejó tan poco, llamado Extremadura Enclave 92". Y es que Alberto no puede renegar de la ciudad que le vio crecer. De su adolescencia en el instituto Norba Caesarina recuerda la noche en la que esta ciudad fue proclamada Patrimonio de la Humanidad: "bajé con mis amigos del Bachillerato a la plaza Mayor y al atardecer, con el lugar abarrotado, vimos una sesión de fuegos artificiales que siempre recordaré por su belleza. Ahora lo siento casi como mi despedida de la ciudad, pues poco después empezaría a vivir en otros lugares y a ver mi relación con la ciudad cada vez más desde el recuerdo". Aunque asegura que "todo puede pasar en la vida", Alberto siempre piensa que volverá a Cáceres "porque ahí está mi familia, solo por ellos merece la pena volver".