--¿Cuándo se dio cuenta de que tenía que ser actor?

--En una función de Navidad del colegio. En ese momento yo no quería ser actor, sino el rey Melchor, porque me recordaba a mi abuelo que había fallecido. La noche de la función fue muy especial para mí. Posteriormente, cuando conocí a Leonardo Eiriz, que fue mi maestro en Cáceres de teatro, me influyó muchísimo. Empecé con una formación más seria y fue decisivo para decidirme a ser actor.

--¿Piensa que existe algo que hace especial a su profesión?

--Tiene la capacidad de contar historias que por muy pequeñas que sean al final cuentan la historia del mundo. Tienen la capacidad de contarnos a nosotros y poder vernos como si fuera un espejo.

--De su vida profesional, ¿cuál ha sido la mejor enseñanza?

--Que todo pasa.

--¿Algún recuerdo que guarde con cariño en su memoria?

--Un recuerdo emotivo fue cuando me nominaron al Goya y fui con mi abuela de acompañante. Estaba esperando a que me dieran el premio y sabía que me estaban enfocando porque estaban dividiendo la pantalla en cuatro y tienes que poner tu mejor cara, te toque o no te toque. En ese momento dijeron: 'el ganador es...' y pronunciaron la primera sílaba del nombre de Quim Gutiérrez. Entonces llegó mi abuela y empezó a viva voz: 'no pasa nada, no pasa nada...' Me entró un ataque de risa y recuerdo que me mandaban mensajes para felicitarme por mi saber estar y por cómo me había reído. Anda que si ellos supieran...

--¿Y un momento para olvidar?

--La profesión es muy inestable y tiene muchos momentos complicados, pero no podría destacar ninguno en particular. Si algo conoce bien el actor es la inestabilidad, porque incluso cuando hay trabajo tienes la sensación de que se puede ir todo a la mierda en cualquier momento. Aprendes a vivir con ello.

--De vuelta a la actualidad, ¿cómo le va con la obra Lúcido?

--Seguiremos haciendo funciones con Lúcido hasta que la gira acabe en Montevideo. Con esta obra, la Unión de Actores me nominó como mejor actor secundario de teatro. Seguramente empiece con otra nueva obra, pero no se puede concretar nada.

--¿No se está centrando demasiado en el teatro?

--Estoy abierto a todo, pero tenía ganas de hacer más teatro porque es muy interesante. Hubo una época en la que hacía mogollón de cine y luego me pilló otra cargada de televisión. Ahora le toca el turno al teatro. Dentro de lo que cabe tengo bastante suerte en esta profesión porque más o menos llevo cierto equilibrio entre cine, televisión y teatro. Mi idea es seguir trabajando porque lo importante son las historias más allá del medio.

--¿Qué planes tiene de futuro?

--Me gustaría salir fuera porque veo que los proyectos que se hacen en España son bastante pequeños, de hecho, ya trabajé en inglés con una película que hice en Italia. La mayor parte de los proyectos interesantes están en inglés, así que seguiré formándome aunque sé que entrar en ese cupo es difícil. Y no hablo de América, sino de Europa.

--¿Le queda algún sueño profesional por cumplir?

--En un futuro, lo que más me gustaría sería dirigir o escribir un guión. Este año empiezo la diplomatura y la intentaré compaginar con la carrera de actor. Lo del inglés es más bien medio sueño, medio una necesidad.

--Dejando a un lado su trabajo, ¿podría hablarme de cómo eran sus veranos en Cáceres?

--Los recuerdo con mucho cariño y estudiando mucho, porque siempre me quedaban asignaturas. La verdad es que éramos un poco gamberrillos y nos colábamos en las piscinas de las urbanizaciones por la noche. También íbamos mucho por la parte antigua a pasear con las novias... Tengo un recuerdo entre tierno y salvaje que me hace gracia. Ahora cuando voy a Cáceres es más rollo familiar y con los amigos, pero sin bañarnos en las piscinas, aunque a veces lo echo de menos. A finales de agosto volveré a pasar unos días.

--Con el paso de los años, ¿se siente valorado en su tierra?

--Indudablemente sí. La verdad que a veces me da cosa porque no creo que merezca tanto. Me siento muy querido y creo que a la gente le sale de una manera muy natural. Cuando vengo a Cáceres la gente es super agradable y cariñosa conmigo. Es un cariño muy bonito, no es nada de endiosamiento ni de menosprecio.