Heitor Manuel Alegre ha estado a punto de perder la sonrisa que pregona su apellido. Heitor Manuel es portugués. Asegura que le gusta más el centro comercial Ruta de la Plata que los grandes centros comerciales de Badajoz. "Aquí tienes más variedad para comer, además puedes pasear, hay hipermercado y muchas tiendas".

Heitor vino de Portalegre a comprar y, de paso, se acercó a ver la parte antigua. Pero se le metió entre ceja y ceja aparcar gratis. "Me he vuelto loco dando vueltas", comenta mientras repasa la carta del restaurante El Figón.

Heitor detalla su odisea en el laberinto y siguiéndola paso a paso no extraña que haya estado a punto de perder la cabeza. Efectivamente, un conductor que llegue a Cáceres desde Portalegre con la pretensión de visitar la ciudad monumental podrá conducir plácidamente hasta el párking de Obispo Galarza: todas las señales lo van llevando de la mano hasta allí.

CASTIGADO POR ILUSO

¡Pero ay! Como sea un poco ahorrativo y pretenda la locura de aparcar gratis, lo tiene muy negro. Nuestro chalado de Portalegre pasó de largo por el aparcamiento y de pronto se vio metido en el embudo de la plaza de toros, donde frente a un semáforo se encontró una flecha que lo castigaba por no aparcar donde debía y lo reenviaba a casa: Portugal, 103 kilómetros.

Se percató de que unas señales lo reorientaban hacia la ciudad monumental y la plaza, dio media vuelta y enfiló por Barrio Nuevo hacia el meollo histórico, pero se encontró con el paso cortado hacia la plaza. "Seguí por calles estrechas llenas de coches y en cada cruce me dirigían al párking".

Cabezón como él solo, se aventuró por Alfonso IX hasta Cánovas. Pero en la fuente luminosa se percató de que lo llevaban por el mismo camino de antes y se negó. Descendiendo por la avenida de la Montaña y girando en Colón, retomó la dirección del casco histórico por el laberinto de San Francisco.

Tras Camino Llano, duda si subir por Roso de Luna porque no puede ver la señalización: aún está colocada para los conductores que bajaban por Clavellinas. Sube, en fin, hacia San Juan, baja a la plaza y voilá , los bolardos.

Asciende de nuevo, paseíto por Pizarro, puerta de Mérida y alehop , los bolardos. Recula, desciende, se pierde: el hospital, el Rodeo, Antonio Hurtado... Heitor se descompone, suda, pierde la compostura. La Cruz de los Caídos le suena. Vislumbra el cartel amarillo con la P y huye por Ronda del Carmen. Otra vez Colón, se descuida y ¡plas!, de nuevo San Francisco, y Camino Llano, y ¿Roso de Luna? Ahora no, ahora sube por Clavellinas sin saber que de nuevo ha caído en la trampa.

Cuando se quiere dar cuenta, se encuentra a la puerta del aparcamiento. Pero ya está domado y dócilmente entra, aparca y disfruta. En este mundo, todos los caminos conducen a Roma y... a Obispo Galarza.