Lorenzo Barrado , casado con Petra Tejeda , era el cartero de Malpartida de Plasencia. Había sido militar, con graduación de sargento, y había participado en la Guerra de Cuba. Todas las mañanas, a lomos de su caballo acudía Lorenzo a Plasencia Empalme en busca del correo. Tras la jornada, regresaba a su casa del número 1 de la calle Travesía de Música, una casa de labradores, con un pasillo enorme por el que atravesaban las bestias camino de los corrales, donde existía un pozo de agua deliciosa, propia de aquel inolvidable paraíso en el que se crió el único hijo de la pareja: Angel Barrado Tejeda , que aprendió las primeras letras con Sánchez Marín , conocido sacerdote y afamado maestro.

No tardaron Lorenzo y Petra, al comprobar las dotes intelectuales de su hijo, al que todos llamaban Barradín , en enviar al pequeño al seminario de Plasencia, donde fue correligionario de Rafael Valencia , luego canónigo del obispado en tiempos del prelado Llopis Ivorra . Terminado el ciclo, Angel llegó a Cáceres porque quería ver cumplido su sueño de ser maestro, de manera que ingresó en las Normales para estudiar Magisterio.

Durante su estancia en la ciudad, el aventajado alumno se hospedó en casa de los padres de Catalino , un chapista de la ciudad, gran profesional, que tuvo luego el taller en el llamado Corral de los Curas, que estaba por Camino Llano cuando el Camino Llano era cuna de conocidos negocios o de cocheras de célebres taxistas como Arcadio Gómez Cabrera , otro que le decían El Plata , Segundo Pérez , o Juan de Pablos , que tenía un Renault Amarillo. En aquel barrio vivían los Galiche , famosos porque iban vendiendo por las ferias el turrón que compraban en Castuera, y también residía la familia Guardiola , que tenían varios hijos: Blanca , Charo , Carmen y Eduardo , emparentados con don Carlos Guardiola , un director de Correos muy querido en la capital.

Era igualmente Colón y sus aledaños el lugar donde vivían el médico don Felipe Altozano , o el doctor Madrigal , hermano de Oscar , que fue abogado y director del Cacereño, y de Héctor , perito mecánico, el primero que montó grúas en Cáceres; todos ellos hijos de don Héctor Madrigal , que vivió en la calle Moro y fue un respetado médico forense.

Pero esa es otra historia ocurrida muchos años después. La que hoy nos ocupa tiene que ver con Angel Barrado, quien durante la carrera de Magisterio y poco antes de la proclamación de la Segunda República se enamoró perdidamente de Sabina López López , hija de Juana y de Lorenzo , que era cartero mayor y que vivía en el edificio de Correos, que estaba en La Concepción, en una casa propiedad de la familia Montenegro . Además de Sabina, Lorenzo y Juana tuvieron otros tres hijos: Marina , Africa , y Manolo , que fue alcalde de Cáceres.

Africa se casó con Agustín Manteca , jefe de los Talleres Municipales y chófer de varios alcaldes de la ciudad (Alfonso Díaz de Bustamante y Quijano , entre ellos). Marina se hizo maestra y profesora de las Normales, escuela de la que llegó a ser directora. Se casó con Santos Floriano González , hijo del administrador de los condes de Mayoralgo que en 1900 tenía un negocio de imprenta y droguería en la plaza Mayor y vivía en la calle Caleros. Además de Santos, tuvieron otros cuatro hijos: Antonio , catedrático de Historia y Paleografía, García , propietario de una imprenta en Camino Llano, Joaquín , que era médico, y Pablo , que se quedó soltero y fue mancebo en la farmacia que don Carlos Acedo tenía en la calle Pintores. Santos, esposo de Marina, trabajó en la sección de Obras Públicas de la Diputación, a las órdenes de don Casto Gómez Clemente , que también fue alcalde de la ciudad.

El traslado

En esas estábamos cuando al terminar la carrera, sacar plaza y en pleno noviazgo con Sabina, destinaron a Angel Barrado al Condado de Treviño, en el norte de España. Fue allí donde Angel participó muy activamente en las llamadas Misiones Pedagógicas, un proyecto educativo patrocinado por el Gobierno de la Segunda República a partir del Museo Pedagógico Nacional e inspirado en la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza. Las misiones fueron fundadas en 1931 y finalizaron con el comienzo de la guerra civil en 1936.

Debido a la mala situación educativa de España en comparación con otros países europeos, a la alta tasa de analfabetismo --en torno al 44%-- localizada principalmente en el ámbito rural, y a la voluntad del Gobierno de la Segunda República por mejorar esta situación, se crearon y desarrollaron estas misiones, siendo presidente Niceto Alcalá-Zamora y ministro de Instrucción Pública Marcelino Domingo .

A través de las misiones, Angel viajó por muchos lugares de España, con el encargo de difundir la cultura general, la moderna orientación docente y la educación ciudadana en aldeas, villas y lugares, con especial atención a los intereses espirituales de la población rural. Conoció en ese tiempo a grandes personajes de la época, Federico García Lorca entre ellos, del que llegó a interpretar varias obras de teatro. De modo que en el corazón de aquel joven maestro no tardó en aflorar un sentimiento de respeto y amor a la cultura que transmitió con esmero a sus alumnos.

Entre clase y clase, el amor seguía llamando cada día a la puerta de Angel, que no olvidaba a su querida Sabina. Así que cuando consiguió plaza de maestro en Navas del Madroño, volvió a la tierra y contrajo matrimonio con su adorada novia. Pero Angel no podía dejar de lado sus arraigadas convicciones políticas. Cada tarde dejaba a su esposa en el Rosario y él acudía diligente a la Casa del Pueblo, en la que desarrollaba una gran actividad, llegó a ser su director y se convirtió en teniente de alcalde, miembro destacado del Partido Socialista.

Para entonces el matrimonio había dado al mundo a sus tres hijos: Alberto , Lorenzo y Juani . El ambiente político ya estaba más que enrarecido en España y fue en un viaje a Cáceres, un verano de 1936, cuando a Angel lo detuvieron en Cánovas. Conocida la noticia, Sabina y sus tres hijos se instalaron en una casa del número 18 de la calle Godoy, cedida por Juana, su madre.

Una tarde, mientras los pequeños correteaban por los pasillos y Sabina --maldades de la guerra-- cosía ropa para el ejército de Franco , un golpe muy fuerte se escuchó en la puerta. Sin aliento, Sabina y sus hijos bajaron a abrir movidos por el desconcierto, conscientes de que detrás de aquella puerta no habría más que malas noticias. Y así fue. Una pareja de la guardia civil, amiga de la familia, tuvo el detalle de trasladar al bueno de Barrado hasta su casa para que se despidiera de su familia antes de ingresar en prisión.

Primero en la Cárcel Vieja de la calle Nidos y luego en la llamada Cárcel Nueva de Pinilla, Angel pasaba los que definitivamente serían los últimos días de su vida. Hubo tiempo para algunas cartas a su enamorada en las que Barrado ya presagiaba un desgraciado final: "El juez me ha hecho una acusación muy fuerte: coger documentación de la Casa del Pueblo...", decía entre desolados párrafos. Y aunque ninguna acusación más grave que aquella se le encontró, nada hacía pensar que llegara un milagro.

La cárcel

Había días en los que Sabina se acercaba a la cárcel, acompañada por Alberto, su hijo de 3 años. A su paso los soldados la maldecían, como hacían con el resto de mujeres de los rojos. Pero Sabina siempre trataba de mantener la firmeza, incluso la mañana en que amaneció enlutada de pies a cabeza porque todo había terminado no perdió la calma. En la casa se recibió el escrito entre un silencio desgarrador, era la orden del capitán general por la que se entregaba el cuerpo de Angel Barrado Tejeda para darle sepultura, "muerto de no se sabe qué --decía la terrible misiva-- y si deja o no familia".

Pero sí... Angel dejaba mujer y tres hijos pequeños. Lo fusilaron el Día de Navidad de 1937, la misma fecha que mataron al alcalde Antonio Canales , quien fue acusado de tramar un plan para recuperar Cáceres de las manos de los sublevados que supuestamente había planeado el alcalde de Cadalso, Máximo Calvo Cano , junto al presidente de la Diputación de Cáceres, Ramón González Cid y otros, siendo juzgado en consejo de guerra sumarísimo en agosto de 1937, y ejecutado junto a 33 cacereños más --entre ellos Barrado-- tras las tapias del cuartel Infanta Isabel.

Angel Barrado tenía entonces tan solo 33 años. Se fue para nunca regresar. Había sido periodista de El Gladiador, un periódico de Malpartida de Plasencia, buen padre, buen maestro, pero de nada servía todo aquello. Angel se marchaba aquella Navidad y con él todas sus propiedades, que fueron confiscadas y sacadas a pública subasta. La sinrazón de la guerra, la lucha ideológica llevada a su más descarnado extremo...

La vida debía continuar su curso para Sabina y los tres niños, aunque fuera viviendo casi de la caridad familiar: un día comían en casa de un pariente, otros en casa de otro y entre todos se ayudaron para salir adelante....

Cuando Alberto tenía 7 u 8 años su madre lo inscribió en el Frente de Juventudes, se inició de monaguillo en la parroquia de Santiago, donde lo adoctrinaron para hacer la Primera Comunión. Unas veces era Andreita Candela la que le enseñaba el Catecismo, otras era don Cándido Pozo , que era tesorero del periódico Extremadura en tiempos del director Dionisio Acedo , hermano de Julianita . Eran los años en los que don Julio Rosado estaba de coadjutor y Mangut de sacristán. En Santiago tenían un órgano que funcionaba con unos fuelles de aire y que siempre lo tocaba Melchor , que era hermano de las Tenientas .

Estando de monaguillo, existía en la plazuela de Santiago la Casa de la Madre, regentada por la Sección Femenina. Al mando solía estar la señorita María Jesús , que era muy buena gente, una mujer mayor a la que llamaban señorita porque no se había casado. En la cocina tenían a un cocinero conocido como El Portugués, que siempre invitaba a los muchachos del barrio a café con leche con picatostes, que estaban muy de moda porque decían que el Caudillo era muy amante del chocolate con picatostes. Aquí no había para chocolate, pero los críos se conformaban con el café.

Con 10 años comenzó a despertarse en Alberto el espíritu empresarial. Existía en Cáceres en ese tiempo la funeraria de Angel Andrada , que era casareño. Entonces había entierros de primera, segunda y tercera categoría. Los de primera categoría incluían bajada hasta el cementerio, es decir, que al cortejo fúnebre acompañaba un número determinado de niñas que portaban velas, todas ellas procedentes del colegio de Las Trinitarias. Si los familiares exigían más número de niñas del que las monjas disponían, Angel Andrada recurría a Alberto, que le buscaba candidatos a cambio de una cantidad de dinero.

Por el barrio vivía entonces la condesa de Trespalacios , hermana de don Gonzalo López Montenegro , casada con el conde de Trespalacios y padres de varios hijos, Diego era uno de ellos , con el que Alberto cazaba palomas con tiradores. También conoció Alberto a los Zaldívar : Fausto , casado con una hija de Cándido Cáceres , procedente de Alcuéscar, y Manolo , que contrajo matrimonio con una hija de don Eduardo Pitarch .

Jugaban al hilo negro y a batallas campales con espadas de madera. No había dinero para juguetes, pero sí imaginación para fabricar espadas prodigiosas. A la suya Alberto le puso por nombre Tizona. No importaba que en una de las caras de la daga apareciera estampado el logotipo de Pescados Salgado porque Tizona solo había una: la espada con la que Alberto Barrado emulaba cada tarde al Cid Campeador mientras su padre, arropado entre las nubes, contemplaba orgulloso la gesta de su pequeño.

(Continuará el domingo, 22).