En 1920 Lesmes y la señora Gabriela abrieron en la calle Donoso Cortés, enfrente del antiguo edificio de Correos, una tasca de aquellas en las que te servían los chatos de vino, hasta que en los años 40 Lucinio Galán, un hombre de Montánchez que era sargento y al que no le gustaba la vida militar, llegó a Cáceres con su familia para probar suerte en el negocio de la hostelería.

Así comenzó la historia del Bar Luciano, un bar pequeñito que tenía un vino y un jamón exquisito de Montánchez. Abajo estaba el bar, con una escalera al fondo que se comunicaba con la vivienda de los Galán, que estaba arriba, donde se preparaban los pinchos. Lucinio le había alquilado el local a unos cacereños que vivían donde ahora está el Hotel Don Carlos y a los que pagaba 120 pesetas mensuales.

Un día Lucinio, que se hizo cartero, decidió comprar el bar y la casa. Su local era de la época de Eustaquio, de Rey... Logró una estupenda clientela y el suyo se convirtió en uno de los bares más conocidos de Cáceres. Lo frecuentaban Tino Acha, Juan García (el cartero poeta), Javier Herreros de Tejada, Juan Bravo, que trabajaba en Hacienda, Benedicto Arias, el de la Casa Grande, los jugadores del Cacereño que hacían el calentamiento cada domingo antes del partido, ¡ah! y Eduardito, mítico conserje del ayuntamiento que imitaba a la perfección el sonido de la trompeta.

Pasaron los años y Lucinio alquiló el bar a José Luis Lozano (entonces se hacían allí unas timbas de cartas a las que acudían muchos asiduos). Hasta que en 1989 un hijo de Lucinio, Modesto Galán, hoy gestor de cuentas de Correos, se hizo con el establecimiento de su padre y lo bautizó como La Mora Cantana.

El Lucinio tenía en una esquina un aljibe, que aún se conserva. En Montánchez es típico contar a los niños la leyenda de La Mora Cantana, que se esconde dentro de los pozos y se traga a los curiosos que se asoman a los brocales. El cuento, ideal para ahuyentar a los muchachos ante terribles fechorías, sirvió de inspiración a Modesto para bautizar su local, de dos plantas, que decoró con motivos árabes y mesas de mármol para el café.

Modesto alquiló luego el establecimiento a Ignacio Vela, que vive en Sotogrande, y que organizaba allí muchos sorteos de montería. El bar pasó luego por varios dueños, fue Las Meigas, fue La Farándula con Jose y ahora se llama Bulevar.

El jueves por la noche se inauguró Bulevar. El local, que sigue siendo propiedad de Modesto, lo han alquilado Agustín Nieto (que es Yiyo el de LaBele) y Juan Antonio Mariño, hijo de Manolo Mariño. La fiesta de inauguración fue el sarao de la semana, aunque, eso sí, habrá que dar un tirón de orejas porque no fue ¡¡¡nadie!!!! del gobierno, ni tampoco la musa del Peperío , Elena Nevado, ni siquiera el Peperío más de moda (así que no nos durmamos en los laureles, que aunque no nos hayan dado el 2016, hay que seguir cuidando la movida). Menos mal que acudió el Peperío de toda la vida, esto es: ¡¡Javier Castellano!! y Pepe Diego. ¡Ah!, y el director general de Promoción Cultural (PSOE), Javier Alonso de la Torre.

Food and drink

Bulevar es, en realidad, un food and drink, vamos, que allí te puedes tomar unos buenos pinchos de ibéricos y conservas gourmet: atún rojo de Barbate, entre ellas, sin olvidar las infusiones y cafés de la tarde ni las copas, es decir el drink de las noches. Yiyo y Juan Antonio le han dado un toque nuevo al local: paredes blancas, con puertas rojas y hasta un espacio expositivo que ha inaugurado la artista Delia Sánchez con unos cascos de cerámica muy originales.

De la fiesta disfrutaron Luis Casero, Javier Regidor, Parodi, Paco Lobo, Jorge García, Nena , los camareros Rocío, Soraya y Sergio; Bola , Jorge Villar, Donia, María José Muriel, Javier, Mariam Núñez, Bea Mariño, Jose, Alfonso Búrdalo (hoy tiene cita en Torrequemada con su Parque Sonoro), Oscar Trigoso, Hilario Bravo...

Y es que Cáceres siempre ha sido muy de bares. Por ejemplo, más abajo del Bulevar hubo durante años un bar que ponía los resultados del Cacereño, y muy cerca El Comunista y El Escudo de Oro con sus pistolas. Bares famosos fueron El Cacharrín (estaba en la cuesta del Gran Teatro y el dueño tocaba la guitarra de morirse), y el Luciano, (luego fue Galvao), con la señora María, que era una gran cocinera (su hijo Luli fue camarero del Gran Café). La señora María era famosa por la prueba de cerdo, tan famosa que popularizó en Cáceres este dicho: "Después de la prueba de Luciano, la de anca Puta Parió de Jarandilla" .

En Las Cuatro Esquinas estaba el Lázaro, y a partir de ahí La ruta de los elefantes , llamada así por las trompas que podías agarrarte si hacías el recorrido por El Lázaro, el Suizo (que estaba debajo de la casa de Fernando Carvajal), el Nidos y La Chicha.

En Moret estaba La Granja (estupenda pastelería), El Maleno (que tenía freidora y hacía tencas), La Catalana, La Cueva (que fue tasca antes que puticlub), el Virgilio, Los Marros (llamado así porque estaba decorado con marros de río), El Rialto y, cómo no, El Gironés, que estaba en San Juan y era como la universidad del vino porque a su tertulia acudían profesores destacados como Secundino, Bravo o Pablo Naranjo. El bar tenía un mural pintado por Dioniosio Hernández Gil, acudían los taxistas (entre ellos Antonio Cortés y Victoriano García, que fue el que obtuvo la primera licencia y tenía la cochera en Cornudilla frente a la casa de Carlos Guardiola).

Y en medio de todo esto abre Bulevar: un soplo de aire fresco para una ciudad que se niega a dormirse en los laureles.