Sorprende su sinceridad, su llaneza, su humor, su 'llamar a las cosas por su nombre' , sin un ápice de esa vanidad que a veces acompaña a los grandes. El escritor extremeño Luis Landero, Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa, ofreció anoche la conferencia inaugural del curso de la Escuela de Letras de Extremadura (ELE), bajo el título 'Lo que yo sé sobre el oficio de escribir' . Antes mantuvo un encuentro con los medios en la sede de la Asociación de la Prensa de Cáceres, donde desnudó el oficio de escritor y su forma de entenderlo, sentirlo y vivirlo.

--Evidentemente, usted sabe mucho del oficio de escribir...

--Llevo muchos años y algo sé, pero en este oficio uno no sabe muy bien lo que sabe, porque una mañana andas eufórico y las cosas se te dan muy bien, y al rato ya no sale nada, te vienes abajo y te preguntas cuándo puñetas aprenderás este oficio que no se deja aprender.

--¿Le queda algo por saber?

--Sí, siempre. El enemigo del oficio es la rutina y lo mejor es lo que está por descubrir, encontrar nuevas metas, nuevos pilones en tu mundo. Hay que renovar destrezas para no repetirse.

--¿Este arte se puede enseñar?

--Hay un parte objetivable como en el cine o la pintura que sí se enseña: la técnica de escribir. También se puede fomentar el estímulo personal, espiritual. Pero la otra parte te la enseñan Cervantes, Proust, Faulkner... Quien realmente quiere, con leerlos aprende mucho. Luego está el talento, que no se enseña ni en este arte ni en ninguno: se tiene o no se tiene.

--Una generación estuvo obligada a leer en COU su exitosa ópera prima, 'Juegos de la edad tardía'... ¿Eso le ha dado más seguidores o detractores?

--Una vez fui a dar una conferencia a Granada y aparecieron 1.500 alumnos de casi toda Andalucía (risas). A mí quizás me pareció excesiva esa novela para un chaval de COU, como también lo pueden ser 'El Quijote' y 'La Celestina'. Lo imagino un domingo por la tarde a solas con estos libros..., tal vez no sea el mejor modo de enganchar a alguien a la lectura, es preferible leer unos capítulos de estas novelas en clase si el profesor es un poco seductor, porque siembras la semilla y ya habrá tiempo.

--Y usted se crió sin libros...

--Sí, toda mi familia eran campesinos semianalfabetos o analfabetos, en casa no había ni un libro. Luego yo no fui buen estudiante en la adolescencia, trabajé en muchos sitios, me dediqué a la guitarra clásica e hice Bachillerato de Ciencias porque se empeñaron en que tendría más futuro. De modo que conocí los libros marginalmente. Ahora miro las estanterías de mi casa, llenas, y pienso... ¡Cómo me ha cambiado la vida!

--Emigró con su familia de Extremadura a Madrid. Curiosamente, la historia se repite varias generaciones después...

--Pero yo creo que aquella situación era mejor que ésta, ya que a pesar de los tintes sombríos de la época, del desarraigo, había una alegría grande porque el emigrante dejaba el secano y la terronera para ir a buscar un futuro, tenía muchas posibilidades de encontrar trabajo, se vivía el 'boom' económico, la España que empezaba a despegar en los años 60. Ahora los tiempos son mejores pero la incertidumbre quizás es mayor, sobre todo viendo el panorama de una sociedad donde la riqueza se va acumulando en muy pocas manos y las condiciones laborales vuelven a lo que eran en el siglo XIX. ¿A qué puerta llama un joven? Esto da repelús... ¡Cómo hemos retrocedido históricamente en poco tiempo!.

--¿Qué está leyendo ahora?

--Tengo unos 50 o 60 libros más a mano que el resto y que leo muy a menudo: Proust, Faulkner, Cervantes, Valle-Inclán, Kafka, la magnífica literatura hispanoamericana, la poesía española de la primera mitad del siglo XX, quizás la mejor que se ha hecho en el conjunto de las lenguas... Luego hay autores a los que voy, me canso, vuelvo... Me preparo distintas recetas según mi ánimo: una página de éste, un párrafo de otro, un poema de aquél...

--¿Próximo libro?

--Tengo un proyecto que me entusiasma, son fogonazos de mi vida novelados, sobre todo de la niñez y la adolescencia. Va por días, como todo, esto de escribir es un oficio muy solitario y un día fluye fácilmente y te crees el 'rey del mambo', y otro te preguntas cómo te has metido en esto.