Hay un faro que nunca se apaga. Luz que se expresa en "Palabra" y "Sabiduría". Resplandor que siempre brilla y que hizo exclamar a David: "Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Hay una Barca portadora de esa"Palabra y Sabiduría", capaz de iluminar a todos los hombres con los fulgores de la Revelación Divina. Capaz de librarnos de toda ignorancia, de toda oscuridad y salir salvo de todas las tempestades.

Benedicto XVI, posiblemente, pasará a la historia como el "Papa sabio"; el Timonel que supo entender que el mundo de hoy requiere un Pastor con fuerza física --no sólo espiritual-- y también como un Papa que amó a su grey y que, por eso, no permitió que su vejez pudiera ser un riesgo para llevar a feliz puerto el timón de la Barca de Pedro. La simbología es clara. Hoy, mientras se elige al nuevo Timonel, la Barca está varada en la orilla, en la que nos agolpamos millones de hombres y mujeres, de todas las razas, ansiosos de que el nuevo sucesor de Pedro, tome el timón y apunte su proa hacia altamar, a la que, obediente a la voluntad del Señor se dirigirá a por la pesca mayor. Ningún temor a los vientos contrarios- siempre los ha habido. Pues sólo sabiendo que el Señor está presente, aunque su actividad parezca inexistente, será posible arrinconar temores y dudas. No importan los obstáculos. La experiencia de siglos navegando nos ha enseñado, que las grandes dificultades favorecen los designios de Dios: El se ha servido de las persecuciones para extender la fe.Admiro la grandeza de de esta Barca que, combatida, triunfa y ultrajada, brilla más.

En ella hay una Luz que nunca se apaga. Sabemos que "la altamar" del mundo está agitada. Falta la bonanza que genera la oración y la contemplación y se levantan las olas del activismo autosuficiente, la paralización obsesiva, la búsqueda de refugios coyunturales, la intolerancia y el dogmatismo; los silencios culpables y la pérdida de audacia; las idolatrías de las competencias humanas y el escepticismo improductivo. Pero- ¡tranquilos!.Hay un instrumento indispensable en la navegación que ofrece seguridad a la frágil Barca de la Iglesia: el áncora de la esperanza. Este instrumento puede parecer en tiempos de bonanza un objeto inútil y un peso muerto en la carga del navío.

Sin embargo, su presencia en cubierta, siempre a punto, garantiza la estabilidad de la barca e infunde a los marineros la confianza necesaria para proseguir la navegación y para realizar las faenas de la pesca. Las promesas de Dios, cumplidas en Cristo, son el argumento que justifica la firmeza y la estabilidad; son la razón de la esperanza a la que nos acogemos, como áncora segura y firme para nuestra vida.

La Barca, con sus velas atadas a la Cruz de Cristo, espera el soplo del Espíritu Santo, que ilumine a los cardenales en la elección del nuevo Timonel, que hará bogar felizmente la navecilla de nuestra Iglesia.