La Madrila fue para el Cáceres de los años 70 del pasado siglo, un símbolo de modernidad en todos los sentidos; bloques de pisos en torno a una gran plaza privada, con diferentes zonas verdes que venían a contribuir a la renovación de la ciudad. En su entorno se encontraba el Paseo de Cánovas, el Banco de España y todo el paisaje urbano que acompañó a una zona de Cáceres que acabaría por convertirse en su verdadero centro, tanto comercial como institucional. Pero el destino quiso que fuese en esta nueva urbanización donde se levantaran las dos primeras discotecas que tuvo la ciudad. Primero Los Faunos y posteriormente la discoteca Bols. Este hecho marcaría el inicio festivo que siempre ha caracterizado a La Madrila.

Desde los años 70 La Madrila se fue consolidando como zona de «marcha», por este barrio han desfilado, durante décadas, todo tipo de tribus urbanas en busca de fiesta, un hecho que acabó por convertir a La Madrila en un lugar incómodo para la vida vecinal, debido a los ruidos que tanto locales como usuarios aportaban, de manera especial los fines de semana. Su consolidación como zona de marcha ha ido acompañada de una cada vez mayor contaminación acústica, a la que no eran ajenos los propios vecinos cuando adquirían una vivienda en La Madrila. Vivir en esta parte de la ciudad siempre fue sinónimo de fines de semana salvajes, donde la circulación de vehículos a cualquier hora de la noche o el escándalo de miles de personas en la calle, así como la no adecuación de los locales en materia de insonorización, fueron debilitando la calidad de vida de sus habitantes. Hasta tal punto que un 13 de octubre de 1991, en vista que ningún gobierno municipal había conseguido poner orden, se suceden una serie de hechos con intervención de la policía y enfrentamientos con los miles de jóvenes que disfrutaban de la noche, que acabaría por señalar a esta zona de la ciudad como un lugar conflictivo.

A pesar de los años pasados, de los alcaldes y gobernadores civiles que no fueron capaces de meter en cintura a La Madrila, ahora resulta que, según un juez, el problema viene generado por la actuación de una alcaldesa que desde 2007 a 2011, cuando el barrio ya gozaba de décadas de conflicto y de vida nocturna, trató de poner algún tipo de freno al desmadre de cada fin de semana. Los cacereños sabemos que la alcaldesa Heras y su concejal de Policía Local, Carlos Jurado, poco podían hacer después de décadas de caos. Nadie había querido intervenir para solucionar unos problemas que venían de lejos.

Quisiera con esta pequeña crónica, mostrar mi mas absoluta solidaridad tanto con Carmen Heras como con Carlos Jurado, a los que parece ser les va a tocar pagar las consecuencias de los ruidos de La Madrila, una cuestión a la que no contribuyeron ni tampoco consintieron. Se les pide pena de cárcel, algo inaudito, en un problema que viene de muy lejos. Todos los que hemos disfrutado de La Madrila somos culpables de lo que ha pasado en un barrio donde pasamos parte de nuestra juventud. Dejen en paz a Carmen y a Carlos. Busquen culpables en otro lugar y en otros momentos de nuestro pasado, que seguro los encontrarán.