La Movida cacereña trajo una prolija actividad cultural, con cambio de registro ideológico y nuevas tendencias estéticas. Se desarrolló también en lugares organizados por instituciones, como la Biblioteca Pública, el Museo Vostell, la Casa de los Caballos y la Sala de la Diputación, como expone la catedrática María del Mar Lozano Bartolozzi. Narbón, Vostell, Fernando Carbajal, Arsenio Pérez Caro, Luis Canelo, Perico Valhondo o Hilario Bravofueron artistas que realizaron grandes aportaciones durante esos años.

Bartolozzi recuerda que la creación del Colegio Universitario de Cáceres, pronto Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura, supuso un cambio sustancial en el ambiente cultural urbano.

Excepcional era la presencia de la fotografía en las exposiciones. En febrero de 1979 se reunió a un grupo de autores que pretendieron crear un colectivo de aficionados. Se denominaron Grupo Abierto y expusieron en la Sala de la Diputación Provincial. Sus nombres fueron Juan Baz, Luis Casero, José María Escribano, Ángel González, Pepe Higuero y Nicolás Javier.

Y es que para evocar una época nada mejor que las imágenes. Las de Cáceres las inmortalizaron como nadie María José Cebriá y Santi Márquez. Cebriá cuenta que sus fotografías, centradas en los 80, reflejan a sus «amigos, conocidos, acoplados, aledaños y aves nocturnas que formaban la movida». La curiosidad por las fotos le viene del Instituto Norba, donde recibió sus primeras nociones de revelado en el taller fotográfico que montó Leonardo, uno de sus profesores.

Márquez, el otro gran tótem, fotografió con su Yashica FX3 momentos inolvidables. Hoy profesor del Brocense, fue en La Machacona a principios de los 80 cuando conoció La Movida, «con toda la ebullición cultural y de libertad que emanaba. Siempre que salía a la calle, llevaba mi cámara para captar esos momentos especiales que surgían ante mis ojos, normalmente de noche, muchas veces en lugares oscuros, rebosantes de vida», entre ellos el mítico Rita por donde pasaron los grandes grupos de la época.

Luego, en los 90, coincidiendo con la euforia en la ciudad, y en la búsqueda de ambientes polivalentes para exposiciones, espectáculos de cine y lugares de copas para el arte, se reformó el Cine Capitol. Su reapertura fue el 15 de febrero de 1990. Dos empresarios, José María Bermejo y Pedro Santano, decidieron reformar el antiguo cine realizado en 1947 por Luis Martínez Feduchi, que permanecía cerrado desde el 31 de enero de 1989.

Escritores

La literatura es otra de las disciplinas en las que también caló La Movida. Buena parte de los hechos literarios referidos a Cáceres en este segundo decenio del siglo XXI tiene que ver con lo ocurrido en la década de los 80, desde la existencia de una editorial como Periférica, dirigida hasta su muerte tan prematura por el escritor Julián Rodríguez, hasta la dichosa notoriedad de Basilio Sánchez.

El profesor Miguel Ángel Lama se adentra en este marco. Cita a Romano García al frente de la Institución Cultural El Brocense y a las dos figuras literarias del momento que estuvieron más asociadas al movimiento cultural de la capital cacereña: Jesús Alviz en la narrativa y Felipe Núñez en la poesía.

El teatro universitario fue otro puntal de este hervor. El escritor Jesús Alonso Ruiz cuenta con envidiable naturalidad su experiencia con La Mandrágora, grupo talismán de los escenarios. Narra Ruiz cómo el ambiente del Cáceres de entonces estaba enfocado a los soldados del CIR y a las tres mil chicas de la Universidad Laboral. Pero aquellos universitarios de la primera promoción querían algo más que ir a los bares y las discotecas (Los Faunos, Bols....) o al cine: querían -queríamos- ‘hacer algo’, y si además se relacionaba oblicuamente contra la dictadura, mejor».

Junto a Pilar Barriuso, Blanca Martínez y Felipe Núñez pusieron en pie ‘Ligazón’, de Valle Inclán. «Hasta donde yo sé, fue la primera obra ensayada y representada en la Universidad de Extremadura», añade el escritor, que recuerda que el estupendo nombre de La Mandrágora surgió de la leyenda que acompaña a esa planta en la tradición hermética: nace de la eyaculación de un ahorcado y, al ser arrancada, profiere un grito que vuelve loco a quien lo oye.

Coup de Soup

Coup de SoupEn 1977 el grupo La cena está servida publica la segunda de sus grabaciones, ‘Paseo Marítimo’, estimulante muestrario de canciones que pertenece a la memoria musical de muchos extremeños. Eran años en los que Cáceres se convirtió en el centro del país y La Madrila, el barrio del que todos hablaban.

Unos porque lo frecuentaban los fines de semana, otros porque habían oído maravillas de sus bares y salas de conciertos. Lo cuenta el músico Pepe Rades: «Parking, Filón, Rita, Por Ejemplo, Tubos...» Un poco antes de eso estuvo la banda Coup de Soup, historia de la ciudad. Merecen un monumento.

Era cuando «Cáceres fue el ombligo de la diversidad tribal en la que convivían heavys, punkis, hippies, new waves o rockabillys, compartiendo los mismos sentimientos e igual materia prima. La música. La agitación». Percance Laplace, y otros muchos que enumera el productor musical Víctor Guillén, como Valium 10, El Ano Pazao, Apaloseko y tantos otros. Locales como La Grillera, El Chikito, «cuando -como dice Marce Solís- éramos o nos creíamos los reyes del mundo. Hasta que la madrugada del 11 de octubre de 1991 miles de personas convirtieron La Madrila en un polvorín. Los ruidos provocados dentro y fuera de los bares terminaron por hundir el movimiento cultural que había traído Womad y había llevado al club de baloncesto a la Liga ACB.

Cáceres se divirtió, y mucho. Por eso, porque La Movida no fue nada, acabó siendo todo: un universo sin título ni relato, sin lógica ni objetivos definidos. «Su indómita naturaleza se marchitó cuando las instituciones controlaron, definieron y subvencionaron La Movida», resume el profesor de Historia Alfonso Pinilla. «Entonces murió la cosa, De éxito. De éxito institucional, porque entonces empezó la planificación y el plan quinquenal burocrático, con su parque temático de conciertos y demás», con el Foro de los Balbos y la plaza como fasto del botellón. Ahora toca otra cosa. Y aunque dice Unamuno que ‘de lo no vivido no cabe anhelo ni temor’ de La Movida queda este libro para que la memoria no la borre el tiempo.