El sonido, como cada año por estas fechas, se hizo ayer de nuevo especial en el Hospital San Pedro de Alcántara. Decenas de personas, unidas por un milagro común, el de haber podido conocer la magia del sonido, se unen en una celebración anual, la fiesta navideña que para ellos organiza la Unidad de Trasplantes Cocleares e Hipoacusias (sorderas). Su fin, unir a esos muchos extremeños a los que a lo largo de sus cinco años de vida han devuelto el sentido del oido.

Son ya 80 los implantes cocleares, 30 de ellos en niños, que con total éxito ha realizado el equipo de esta unidad, cuyo prestigio es reconocido dentro y fuera de España, y que sigue sorprendiendo. En el 2005 lo hizo con el especial caso de Miguelito, un niño de 4 años, sordomudo de nacimiento, al que no resultaba fácil poder ayudar al tener una malformación congénita, una coclea malformada, que dificultaba la implantación coclear, ya que para que esto sea posible es necesario tener un caracol hueco donde poder meter el dispositivo. Pero también a él le dio el equipo cacereño la posibilidad de oír y, con ello, de leer y escribir, conocer la estructura del lenguaje, ser un niño más.

Y este año sorprende la unidad con los casos de Carlitos y Victoria, los dos primeros niños menores de 12 meses en los que se ha conseguido el milagro. "Implantar a niños de menos de un año se hacía muy difícil, pues requiere hacer una detección precoz absolutamente correcta, con un diagnóstico sin ningún margen de error, y diagnosticar que un bebé es sordo profundo es muy complicado", señala María José Lavilla, coordinadora de la Unidad de Implantes Cocleares, que reconoce, asimismo, que lograrlo "era para nosotros un reto muy importante, ya que de conseguir implantar en niños de menos de un año significaría que estos niños, en menos de cuatro meses, habrían alcanzado en habilidades auditivas a un niño oyente, lo que no se consigue en tan poco tiempo en implantados más mayores".

El reto era difícil, pero el equipo cacereño lo ha conseguido y ahora la esperanza aumenta para los padres de esos siete niños que cada año en Extremadura, según las estadísticas, nacerán sordos profundos, y la gran mayoría de ellos, matiza María José Lavilla, sin tener antecedentes familiares de sordera.

Esperanza

Para Juani y Victoria, las madres de Carlitos y Victoria, de Montijo y Valverde de Leganés, lo que era una mínima esperanza es hoy una maravillosa realidad. A ambos les diagnosticaron la sordera nada más nacer, y aunque al principio el mundo se les vino abajo hoy se sienten muy tranquilos. "La evolución se aprecia a diario y ya no sientes la angustia de no saber que será de su vida, pues hoy ya sabemos que serán niños normales", y por eso a los padres que se encuentren en esta situación les animan, "que no se desesperen y se pongan en manos de este equipo cacereño, el mejor".

Mientras sus padres hablan para este diario, Carlitos y Victoria miran a su alrededor. Sus impresionantes ojos reflejan curiosidad por lo que ven y también por lo que ya les llega a través de sus pequeños oídos. Son los benjamines en el numeroso grupo de personas que han acudido al encuentro.

Todos hablan con admiración y agradecimiento de los miembros de la Unidad de Implantes Cocleares, en especial de su coordinadora, a la que todos definen como "una excelente profesional y una excelente persona, muy humana".

Una de las personas que se emociona al hablar de este equipo, hasta el punto de casi no poder contener las lágrimas, es Paqui, una mujer de los Santos de Maimona que ve como su hijo Rubén, de 15 años y al que le implantaron hace ya tres años, "ha perdido el miedo a salir, se ha vuelto más sociable y está siempre alegre". También siente el mismo reconocimiento Rocío, y en su caso por partida doble, pues por un problema genético sus dos hijas, Marina de 11 años y Rocío de 10, nacieron sordas. "Fue muy duro, lo pasamos muy mal, pero hoy gracias a los implantes veo que mis hijas pueden tener una vida normal. La verdad es que nunca podré agradecérselo suficiente a los profesionales que lo han hecho posible".

Esa normalidad se aprecia claramente en dos pequeños que corretean entre la gente, con una alegría que contagia. Son Juan Carlos, de Miajadas, y Juan Francisco, de Almendralejo, dos niños de cinco años que con poco más de dos fueron implantados, y cuyas madres, Ana Belén y Martina, se sienten "muy agradecidas y felices", pues reconocen que a sus pequeños la Unidad de Implantes Cocleares les ha dado una vida completa y normal.