Los malacates eran maquinarias rudimentarias a manera de cabestrantes que, movidos por caballerías, se usaban para sacar minerales y agua desde la mina hasta la superficie. En Aldea Moret se conservan dos, uno en mejor estado junto al parque del poblado minero (en la fotografía), y otro en ruinas junto a La Esmeralda, que funcionó incluso como sala de fiestas al cerrarse el yacimiento.

Con seguridad se encuentran entre los restos más antiguos de la zona, anteriores incluso a 1876, ya que ese año las minas fueron adquiridas por Segismundo Moret y Prendergast, quien incorporó las máquinas a vapor en sustitución de mecanismos más antiguos. Así lo explican los historiadores Francisco García Moya, Fernando Jiménez Berrocal y Juan Carlos Martín Borreguero en su libro. "Cabe pensar que los malacates quedaron relegados a almacenes de herramientas y minerales", explican.

De hecho, una visita a estas construcciones permite comprobar la existencia de bocas que comunicaban con los pozos. El del poblado minero también tuvo casas de trabajadores agrupadas a su alrededor, como La Esmeralda o san Salvado5. En los últimos años ha sido vallado con una verja y se ha reparado un ventanal en arco, debido a su proximidad a las viviendas.