Es octubre de 1956. Cáceres tiene 40.000 habitantes. Carlos Callejo, un catalán afincado en la ciudad como jefe de Telégrafos y conservador del museo provincial, entra en la cueva de Maltravieso hallada por casualidad 5 años antes. Su intención es realizar un plano de su interior para escribir una monografía de la caverna antes de que la destruya el avance de la cantera de calcita que permitió precisamente su descubrimiento. Arrastrándose la mayor parte del tiempo, Callejo recorre las galerías ayudado de una brújula y una linterna. Mide y toma notas. De repente, su guía le llama la atención sobre una mancha en la pared rugosa y caliza. Parece apreciarse el contorno rojizo de una mano sin meñique. Acaba de descubrir el tesoro prehistórico de Extremadura: la huella de sus primeros pobladores.

Es octubre del 2006. Cáceres tiene casi 90.000 habitantes. Han transcurrido 50 años de aquel descubrimiento que "revolucionó la arqueología del momento" al ser la primera prueba de "la existencia de pinturas del Paleolítico en todo el ámbito peninsular", asegura Eudald Carbonell, el afamado arqueólogo que dirige las excavaciones de Atapuerca y las del calerizo cacereño dentro del proyecto Primeros Pobladores de Extremadura .

Un hito

Hasta el descubrimiento de Callejo sólo se conocían vestigios del Paleolítico en el norte de la península, por lo que marcó un antes y un después en el conocimiento de la Prehistoria extremeña e incluso española. Carbonell considera hoy Maltravieso como uno de los grandes yacimientos de Europa. El hallazgo de las pinturas fue el primer indicio de que la presencia del hombre en Extremadura se remonta a entre medio millón y un millón de años, como han corroborado los últimos estudios.

Con motivo del cincuentenario del descubrimiento de las pinturas, un congreso, organizado por el Museo de Cáceres y la Consejería de Cultura en el mes de noviembre, buceará en el significado de El mensaje de Maltravieso 50 años después . El encuentro se aprovechará para rendir homenaje a Carlos Callejo, un hombre "intrépido" y "curioso", como lo califica su hijo Alfonso Callejo. Con esta excusa, EL PERIODICO hace un repaso por el pasado, presente y futuro de este yacimiento.

La cueva fue declarada monumento nacional en 1963 por el Consejo de Ministros. Tiene una longitud de unos 130 metros, un trazado laberíntico que desciende hasta 18 metros desde la superficie. La anchura máxima es de 17 metros y tiene varias galerías bautizadas por el propio Callejo: sala de espera, antesala, sala de las Columnas, Cámara de la Mesa, sala de las Pinturas, galería Inversa, corredor de la Serpiente, sala de los Murciélagos o de las Chimeneas y la sala de los Huesos, descubierta durante las últimas excavaciones.

El mensaje indescifrado

Además del hecho de ser una de las pocas cuevas prehistóricas ubicadas en un casco urbano, son las más de setenta huellas de manos y el misterio sobre su significado lo que subraya su singularidad. "El misterio quizás no llegue a desvelarse nunca", sostiene el profesor de Preshistoria de la Uex Alonso Rodríguez. "Son códigos prehistóricos para los que nos faltan claves que den su interpretación", explica Eudald Carbonell. Sin embargo, ese enigma, según declara este arqueólogo, "añade y eleva su importancia".

Teorías ha habido muchas. La hipótesis "más célebre y divulgada", recuerda Rodríguez, es que la falta de algunos de los dedos respondía a mutilaciones rituales. Hoy este planteamiento se ha descartado y se cree que la ocultación de la extremidad es intencionada, por lo que se relaciona el grupo de manos con "un lenguaje de signos vinculado con la caza o la apropiación simbólica del lugar", explica. Además de las huellas de manos, existen líneas de puntos, una cabeza de ciervo, dos caballos, signos femeninos y trianguliformes.