Manuel Calvo Rubial, gallego de Pontevedra, ya no servirá hoy con su habitual e inmenso sentido del humor el café caliente y la crujiente tostada de Esencia de Extremadura, establecimiento situado en la calle Rodríguez Moniño. Y no lo hará porque ayer fue su último día de trabajo después de una ingente vida laboral que finaliza al cumplir «los 64 años y pico», dice él. «Moriré gallego», asegura al recordar su tierra, de la que partió a los 4 años cuando a su padre, que trabajaba en Iberdrola, lo trasladaron a Extremadura.

Manolo comenzó trabajando en la construcción de la térmica en Castellón, luego estuvo en todas las presas del Tajo. Cuando llegó la crisis buscó una salida e instaló una granja de ovejas de leche en Casar de Cáceres, el pueblo donde reside y del que es natural su mujer, Feli Talavera, con la que ha tenido tres hijos: Araceli, Manuel y Sandra.

Tras ese proyecto, contactó con la franquicia Don Ulpiano y montó (en marzo hará 12 años) el local donde ha estado trabajando todo ese tiempo y que se dedica también a la venta y degustación de productos ibéricos.

Al cabo de seis años traspasó el negocio, primero a ‘Ibéricos de nuestra tierra’ y posteriormente a Fulgencio Borrella con Esencia de Extremadura, propietario actual. En el local ha trabajado junto a Miriam y Roberto, para los que solo tiene palabras de reconocimiento.

A la hora de la jubilación siente «un placer inmenso después de 40 y tantos años y pico» currando. De los que ha estado en Esencia solo se lleva «buenos recuerdos». En parte es así porque Manolo tiene un buen carácter. «Soy muy abierto», confiesa. Se va «porque tengo la edad, pero lo voy a echar de menos», asegura.

No es para menos. Han sido muchos días al pie del cañón en este buen rincón de la gastronomía y hostelería cacereña que abre de ocho de la mañana a diez de la noche y que es especialista en desayunos, tostas, raciones de ibéricos y venta de productos de la tierra.

«Anécdotas hay muchas, 40.000, como cuando vinieron una vez 10 clientes y cada uno de ellos pidió un café diferente», recuerda entre risas.

A Manolo le gusta «la caza, la pesca y las motos. Es que tengo muchos vicios», lanza entre carcajadas. Pero de ellos, su Yamaha Fazer 600 es el preferido. Con ella ha recorrido los Picos de Europa. En Rodríguez Moñino ya se le echa de menos.