TMte doy un paseo desde la plaza Mayor, en dirección a Cánovas, para ver las pintadas que ensucian nuestros edificios, algo muy censurado, pero nunca erradicado. Unos momentos después, advierto de que muchas fachadas están rotuladas con erráticos chorros de spray, que irritan a cualquiera.

Y es que, como moscas a la miel, en cuanto que ciertos jovenzuelos ven una fachada limpia, dejan en ella su rúbrica particular. Una muestra de incivismo realizada con nocturnidad y alevosía, sin saber por qué ni para qué. Ignoro el perfil de estos chicos, pero supone una agresión al ciudadano, ataque al buen gusto y falta de respeto para cuantos vivimos en Cáceres.

¿Es un virus, una droga, una adicción, o sólo una pose y una moda pasajera, la de éstos individuos anónimos? Pero por la cagada se conoce al pájaro , escribe Pérez Reverte. Parecen decir: "No somos nadie, ni ingenuos ni cínicos, pero aquí estamos y tenéis que contar con nosotros; perdonad el método utilizado" . Mas ¿de qué protestan, de qué se quejan o qué piden? Mientras tanto, muchas calles, plazas y rincones siguen ensuciándose así, por lo que urge poner mayor celo en la limpieza urbana, atajando este zafio gamberrismo con sanciones ejemplarizantes, ya que no se puede tolerar que cualquier inmueble sea maltratado.

Y surge la pregunta: "¿Cuál es la causa de esto?" . La falta de educación, sin duda, y esa ausencia de urbanidad que, hace años, era una asignatura más en nuestros centros. Denunciar, pues, tales actitudes es una saludable reacción contra los que pueden erosionar el flujo turístico que, diariamente, no visita, por ser la tercera ciudad europea más rica en monumentos. Alguien puede argüir que también hay pintadas en otras ciudades; es igual, el mal de muchos sólo es consuelo de tontos-

Sigo caminando, para ver el grafiti que se cocina aquí. Esto es otra cosa, ahora no hay suciedad, pues está en las antípodas de las marcas que embadurnan nuestras fachadas, sino una expresión especial de contar cosas, con líneas y colores que tienen su mensaje, aunque muchos, todavía, muestran sus reticencias, o, todo lo más, un displicente respeto.

Pero Cáceres ya posee ejemplos de óptima calidad, donde el graffitero, con excelente dominio del dibujo, expone sus sentimientos, que pueden ser de rechazo a algo, de reivindicación o de crítica social, bajo las formas de un arte efímero, si se quiere, pero llamativo, encuadrado dentro de la cultura hip hop...

De todos modos, se empieza a evidenciar que dicha técnica la han iniciado ya algunos establecimientos para decorar sus frontales, ocupando lo que puede pintarrajearse con groseras grafías. En fin, digamos que el grafiti es un género plástico que no es de última ahora, sino de los años 70, con inicio en Nueva York, y que, tras un lento proceso, ha ido ganando espacios de aceptación por parte de muchos ciudadanos, que hoy asumen bien su incorporación a la cultura urbana.