26 de noviembre de 1986. En un salón noble de la sede de la Unesco en París se gesta la declaración del conjunto monumental de Cáceres como Patrimonio de la Humanidad. "Entramos y el jurado se puso en pie y nos regaló una ovación que nos emocionó", recuerda Juan Bazaga, en aquel entonces concejal delegado de Relaciones Internacionales con el alcalde socialista Juan Iglesias Marcelo, los dos cacereños que vivieron en persona el momento histórico. "Pudimos presenciar hasta las deliberaciones antes de que se diera conocer la decisión", añade el expolítico, entonces con 53 años.

En apenas diez meses de trabajos, Cáceres logró un título que le sirvió para entrar en las rutas turísticas y poner en valor su mejor patrimonio: la parte antigua que, a principios de los 80, era un lugar al que la ciudad vivía de espaldas, "en una situación muy penosa", señala Marcelino Cardalliaguet, concejal de Cultura en esa etapa y encargado de un informe sobre su estado.

Cuenta Iglesias Marcelo, que acaba de cumplir 80 años, que para lograr el título fue fundamental la figura de Dionisio Hernández Gil, director general de Patrimonio. "Tenía una ilusión enorme por Cáceres, que coincidía con el interés de la corporación municipal", subraya el exregidor. "Preparamos el expediente y lo enviamos al Ministerio de Cultura. Tuvimos todo el apoyo del Gobierno", añade Iglesias Marcelo, que viajó con Bazaga a París para asistir a la sesión pública de la Unesco en la que se dio a conocer la decisión.

Alegría y celebración

"Lo primero que hicimos al escuchar tras escuchar al jurado fue abrazarnos. Al día siguiente nos fuimos a celebrarlo a un restaurante danés en los Campos Elíseos donde comimos, austeramente, un plato de salmón", rememora el exalcalde, que llamó primero a Cardalliaguet para comunicarle la noticia. "Luego nos fuimos al hotel para llamar a los medios", recuerdan. El ayuntamiento sacó un bando y lo celebró por todo lo alto con fuegos artificiales en la plaza Mayor.

Para que aquel objetivo saliera adelante fue clave la unanimidad de la corporación, con el PSOE, Alianza Popular, independientes y Extremadura Unida. La declaración no supuso ninguna inyección económica para las arcas municipales, indica Iglesias Marcelo. "Los ciudadanos se han ido enterando con el paso del tiempo de que tenía una dimensión de futuro", indica.

De las consecuencias que tuvo luego destacan la dimensión cultural e internacional que adquirió la ciudad monumental, sede de festivales como el Womad o eventos como la Semana Santa. "Antes de la declaración éramos una vieja ciudad perdida en el lejano oeste. Había solo dos hoteles, el Extremadura y el Alcántara, pensiones y hostales", pone el exregidor como ejemplo.

Ser patrimonio mundial puso en marcha también una infraestructura hotelera que ha ido creciendo en el último cuarto de siglo y la inclusión en las rutas turísticas. "Hay dos acontecimientos decisivos en la historia de Cáceres en los últimos 25: la creación de la universidad y aquella declaración", subraya.

Preguntados por si se le ha sacado todo el partido al título, Cardalliaguet opina que la ciudad "ha sido sede congresos internacionales durante las década de los 80 y 90". Según Iglesias Marcelo, hay que seguir utilizando el título "como una de las grandes bazas y activos".

Del estado actual de la parte antigua y la creación de un consorcio, creen que debe servir para seguir proyectándola al exterior. Bazaga opina que hay que "mantenerla y promover actividades culturales para atraer al público". Para Cardalliaguet, la iniciativa privada "sigue siendo tímida".

Partidarios de que los residentes puedan acceder con sus coches, pero que se prohíba al resto de vehículos, entre las propuesta que sugieren señalan una mejora de la iluminación y la limpieza o el soterramiento de cables de fachadas. Ellos siempre podrán contar que fueron testigos de un momento para la historia de Cáceres que nunca olvidarán.