Tres días después de lograr escapar de Westgate, el centro comercial de Nairobi atacado por un comando terrorista de la milicia radical islámica somalí Al Shabab, la cooperante cacereña María Martí intenta pasar página para olvidar la que ha sido, asegura, la peor experiencia de su vida. Ayer, ya asentada en Turkana, donde reside, intentó en varias ocasiones contactar con este diario por teléfono para contar en primera persona cómo se sentía, pero la comunicación no funcionaba. Finalmente logró hacerlo por correo electrónico.

--¿Se le ha pasado el susto?

--Sigo impresionada, especialmente cuando hablo del tema. Aún así reitero que me siento una privilegiada por estar sana y salva y por tener esta segunda oportunidad. Creo que necesitaré un periodo de descanso y asimilación pero lo importante es que estoy bien y que puedo contarlo. Esta terrorífica experiencia es otra oportunidad más para crecer y para aprender una lección: estar vivo es un regalo.

--¿Dónde estaba en el momento de la explosión?

--Almorzando en el Café Java, un restaurante de comida rápida en el primer piso del edificio, en la esquina izquierda.

--¿Estaba sola?

--Sí. Acababa de despedirme de mi amiga de Nairobi y de su familia, que también viven en Westlands, el área urbana donde se encuentra el Westgate (edificio atacado), había estado dos días con ellos. Me disponía a ir al aeropuerto para coger un vuelo al mediodía, así que hice una parada intermedia para efectuar una pequeña compra en el supermercado Nakumatt y comer algo antes de marcharme de Nairobi.

--¿Qué hizo cuando se dio cuenta de lo que pasaba?

--Estaba comiendo y utilizando la cobertura Wifi para enviar unos correos cuando hubo un estruendo tremendo. Intenté salir como pude. Corrí, salté por la terraza del restaurante hasta la azotea, pero volví a entrar al edificio cuando me dí cuenta de que estaban disparando desde allí también.

--¿Qué pensó en ese momento?

--No pensé nada, sólo salí corriendo e intenté encontrar un sitio en el que refugiarme. Me quedé encerrada en la cocina con otras 20 ó 30 personas, no sé exactamente cuántas, había poca luz y estábamos todos hacinados. Nos tumbamos en el suelo e intentamos mantenernos en silencio esperando lo peor. Se escuchaban disparos múltiples. Había gente que recibía información del exterior vía internet pero era aún muy temprano. Las noticias especulaban sobre un grupo de ladrones que había tratado de robar en el supermercado Nakumatt pero al verse sorprendidos por la policía habían comenzado el tiroteo.

--¿Qué sensación se respiraba en el interior del centro comercial?

--Desde dentro la sensación era de que esos disparos continuos no correspondían a los de un grupo de ladrones, sino que se trataba de otra cosa. Mantuve la calma y pensé en mis seres queridos, creí que era mi último día. La gente con la que me encontraba escondida llamaba a sus familiares para despedirse, pensábamos que íbamos a morir.

-- ¿Entraron los terroristas donde estaba usted escondida?

--No. Estuve aproximadamente dos horas encerrada en la cocina, junto a una puerta metálica de salida de emergencia que habíamos cerrado desde dentro para evitar o atrasar la entrada de los atacantes. Hubo un momento en el que, desde fuera, intentaron tirarla abajo, no sabemos quiénes, pero no lo lograron. En estos instantes la sensación de pánico se agudizó.

--¿Fueron a rescatarlos?

--Al cabo de un rato un grupo de hombres armados abrieron la puerta desde fuera. Estábamos muy confundidos porque no vestían uniforme, tan sólo portaban armas, pistolas y Kalashnikovs 47. Nos dijeron que saliéramos corriendo del edificio a través de las escaleras de emergencia que conducían a la parte trasera del centro comercial. Les seguimos instintivamente y casi sin alternativa, y corrimos en paralelo al edificio a lo largo del complejo, quedando completamente expuestos a los posibles disparos.

-- ¿Habló con su familia?

--Estaba sola y no podía compartir lo que sentía con nadie a mi alrededor. Lo primero que hice fue echarme a llorar y me dio un pequeño ataque de ansiedad. Intenté llamar a mi núcleo familiar. No suelo utilizar el teléfono pero durante el tiempo en que estuve dentro envié un mensaje a mi hermano para decirle que me encontraba en Nairobi, en un centro comercial y que podría tratarse de un atentado, por si tenían que localizarme. En aquellos momentos estaba convencida de que iba a morir y quería que al menos mi familia pudiera saber cómo y dónde había sucedido. Mi madre fue la primera en cogerme el teléfono y apenas me salían las palabras, no podía dejar de llorar. Me fui calmando y después pude hablar con mi padre y mi hermano, que estaban juntos de viaje.

--Es cooperante, ¿qué proyecto lleva en Kenia?

--Ejecuto mi proyecto de empoderamiento de mujeres turkanas en esta región, en coordinación con una comunidad misionera. Estoy basada en Lobur, un lugar en las montañas de Turkana Norte, pero trabajo en distintos poblados de la zona. El proyecto tiene una doble estrategia: por un lado, consta de una línea de educación para el desarrollo basada en técnicas alternativas, participativas y creativas de educación y desarrollo comunitario. Las temáticas principales son higiene y salud, seguridad alimentaria, creatividad, autoestima, gestión y fortalecimiento de la comunidad. En segundo lugar, la línea es de empoderamiento económico, con el objetivo de crear una marca Turkana propia local y sostenible, basada en la bisutería y las elaboraciones artesanales y artísticas de la zona, que hacen de este territorio algo único. El proyecto a largo plazo es crear una red cooperativa entre distintos poblados que permita a las comunidades una mejora y una autonomía económica local y regional.